El amor permanece: Sara + Juan José

Apuntes

Si algo nos ha dejado este tiempo es una lección de impermanencia: no hay más certeza que el ahora. Suena a frase hecha, a lugar común; pero no por ello deja de ser la verdad que queda. Se aplazaron los eventos, las fiestas, los brindis como los conocíamos; llegaron las reuniones íntimas, el calor de hogar se hizo evidente, los abrazos salvaron los días. En todo caso, el amor permanece. Y eso es otra certeza que alivia.

Esta es una nueva sección —o la misma, adaptada a esta época— de historias. Más breves, más espontáneas, más exprés, porque así sucedieron. La vida cambió todas las preguntas y, entonces, hubo que inventar otras respuestas: matrimonios en tiempos de Covid-19.

Primera entrega: Mariam + José Pablo
Segunda entrega: Natalia + Alejandro

TERCERA ENTREGA: SARA + JUAN JOSÉ

No hay ni una pizca de tristeza cuando cuentan la historia. No dejan que la nostalgia se asome si acaso. La gratitud los envuelve, el amor no los traiciona, la alegría de saberse juntos se adelanta a lo demás. Están en el momento en el que quieren estar: no importa mucho más.

Sara y Juan José se conocen desde los 18 años. Son de esas parejas escasas que sobreviven al tiempo, a los cambios, a las muchas etapas de la vida. Colegio, universidad, trabajo, especialización… han visto y sentido la evolución del amor. Ella es odontóloga, él economista. En las diferencias, ella se agarra de la emoción y él de la razón; ella tiene los pies en el cielo y él tiene los ojos en la tierra. En las semejanzas comparten los bailes, la música, la fiesta, los amigos, la familia; la convicción irrefutable de que la vida es un parpadeo. Fueron once años de una relación alegre, confidente, de sentimientos hondos y fuertes.

Era abril de 2019, Semana Santa. Reservaron en el calendario esos días para descansar y para celebrar el décimo año juntos. Como siempre habían querido recorrer las calles antiguas de Villa de Leyva llegaron a ese pueblito a las afueras de Bogotá de vientos templados y cielos amplios. Estaban en esas, tomados de las manos, caminando por la plaza y buscando lugar para comer. Se sentaron a tomarse una cerveza, a mirar el ocaso y después Juan José le dijo que regresaran al hotel. Ya en la habitación, él le dijo que se volteara y no mirara: corazón en paracaídas. Sara sí lo pensó, no lo niega, aunque se deshizo de la idea porque ya lo habían hablado y solo pasaría cuando ella terminara la especialización. Sintió el sonido de un papel regalo y se convenció de que era un aniversario y no una propuesta. “Ya te puedes voltear”, le dijo él y sobre la mesa de noche estaba un libro que decía “siguiendo nuestros sueños, ellos conocen el camino”. De nuevo: corazón en paracaídas. Lo abrió y vio varias ilustraciones de fotos de los dos y también varias preguntas: ¿cómo nos conocimos? ¿Qué canción te acuerda a mí? En ese abanico de interrogantes estaba una final, como un decreto: ¿Cuáles son los tres sueños que quieres que cumplamos juntos? Uno, casarnos, escribió ella y le aclaró que no era un futuro próximo, que “tranquilo”. Tres, escribió él, casarnos ya. Sacó una cajita y le regaló un anillo. Otra vez: corazón en paracaídas. Y lágrimas. Y risas. Y más lágrimas. Y más risas: las maneras genuinas en las que aparece la felicidad. El 18 de abril de 2019 fue un día —y una noche— de esas que se zurcen a la memoria y no se deshacen nunca más.

Planearon, entonces, dos celebraciones: viernes 12 y sábado 13 de junio. El viernes sería una comida en La Terraza, el restaurante del Hotel Poblado Plaza con algunos familiares y el sábado sería la fiesta en Los Caballos, con todos los invitados.

Viernes 12 de junio, 2020

Desde que se levantó Sara estuvo feliz. Juan José también. La noche anterior él le llevó una tabla de sushi, una carta con la primera foto que se tomaron y una serenata vía Spotify. Se tenían el uno al otro, ¿no es eso lo relevante cuando se pone en una balanza (si es que eso es posible) la vida? Estaban acompañados de sus familias, también de sus amigos. Todos les hicieron sentir que ahí estaban, a pesar de una pandemia, de una distancia obligatoria.

Los dos, como una promesa, decidieron que se iban a gozar el día aunque sucediera de otra manera. Porque el 12 de junio será el que cuenten como fecha de aniversario, porque el 12 de junio será el día que recuerden su matrimonio… Sara se arregló en su casa, con su mamá y su mejor amiga. Se puso el vestido que compró en Especia online con los accesorios de Zawadzky y los zapatos de Punto Blanco. El que encontró en De Novia a Novia lo tiene guardado, para cuando la vida les permita celebrar la fiesta que imaginaron. La maquilló otra amiga, recibió un video de otras más… el cariño la mantuvo alegre, agradecida. Juan José vio fútbol, se tomó unos roncitos, almorzó en familia… un viernes sereno para ambos, en el que disfrutaron lo pequeño como lo sustancial.

No se aplaza el amor, no se pospone lo esencial. La fiesta, en Los Caballos, la movieron para diciembre, pero no renunciaron a la ceremonia (una misa católica en la iglesia de San Lucas, Medellín) con el padre Pedro Justo Berrío. Doce personas, sus más cercanas y Zoom de intermediario para los demás 188 invitados. Los sintieron como si estuvieran detrás de ellos, su energía fue poderosa a pesar de las pantallas.

Después de la misa se reunieron en la casa de los papás de Juan José. De nuevo, los doce más cercanos y una comida liviana: pastas, salmón, espárragos y torta de limón y amapola (la misma que piensan dar en la fiesta de diciembre). Compartieron sus votos: ella recordó los once años, la fortaleza que son juntos, dimensionó la vida que sigue; él habló de promesas y autenticidad, agradeció a los que han estado —desde el cielo y la tierra— guiando sus pasos. Hubo brindis con champaña y otra vez Zoom como intermediario para los demás invitados.

Lo aclaran, lo despejan, lo repiten: fue un día feliz, muy feliz. Fue una “adaptación” perfecta donde lo simple, una comida y una sala, fueron el significado de lo grande, de la energía verdadera, del amor que no caduca a pesar del oleaje salvaje que a veces se presenta. No hay ni una pizca de tristeza cuando cuentan la historia: risas siempre, siempre alegría.

CRÉDITOS:

FECHA: 12 de junio 2020. HORA: 5 p.m. CIUDAD: Medellín. IGLESIA: San Lucas. NÚMERO DE INVITADOS: 12. FOTOGRAFÍA: Meme Fotografía. VESTIDO DE LA NOVIA: Especia (online). ZAPATOS DE LA NOVIA: Punto Blanco (online). ACCESORIOS DE LA NOVIA: Zawadzky (online). MAQUILLAJE Y PEINADO: Laura Correa. TRAJE DEL NOVIO: Arturo Calle. ZAPATOS DEL NOVIO: Bosi. DECORACIÓN: tías de la novia. COMIDA: familia del novio. POSTRES: aMp Chocolate. INVITACIONES: María Clara Serna, de Zarpar Taller. ANILLOS: Marquisse Diamonds. RAMO/YUGO: tías de la novia. MÚSICA: Spotify.

La gratitud los envuelve, el amor no los traiciona, la alegría de saberse juntos se adelanta a lo demás. Están en el momento en el que quieren estar: no importa mucho más
Fotos: Meme Historias.
Lo aclaran, lo despejan, lo repiten: fue un día feliz, muy feliz. No hay ni una pizca de tristeza cuando cuentan la historia: risas siempre, siempre alegría
ESTE TEXTO FUE ESCRITO POR JULI LONDOÑO PARA LLM.
(EN INSTAGRAM LA ENCUENTRAN COMO @CARECOCO). HERMANA DE PABLO, DE SANTIAGO, DE FELIPE. PERIODISTA, ENAMORADA DE LAS LETRAS HECHAS LIBROS, HISTORIAS, VIAJES, CANCIONES DE SABINA. SU FIRMA TIENE –SIEMPRE– UN ESPACIO EN LAS PÁGINAS DE ESTA LIBRETA MORADA.

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