Valentina + Daniel

Doce años han pasado desde que el mar los hizo cómplices. Doce años, de tantos viajes que son la vida misma. De menos ires y más venires; de conocer la naturaleza del amor a través del tiempo. Doce años descubriendo que la felicidad la encuentran en la orilla del otro, aunque de matices distintos estén hechos. Doce años siendo aquel destino al que siempre quieren llegar.

COMPAÑEROS DE VIAJE

Esta historia empieza mucho antes de saberlo. Los dos tenían cinco años cuando se conocieron en kínder. Todavía hay una foto de aquel entonces: él disfrazado de regalo y ella de mamá Noel. Estaban en alguna presentación de fin de año, de esas que hacen los colegios para las familias. Uno al lado del otro. El papá de Valentina inmortalizó aquel momento que, después, tomaría tanto significado.

Estudiaron en el mismo colegio, estaban en el mismo año, casi siempre en salones diferentes. Por supuesto que se conocían, sabían quiénes eran, pero nada más. La vida, que siempre termina saliéndose con la suya, los reencontró en Contadora, cuando ya estaban en once. Quién sabe si fue la playa, el mar, los cocteles, pero Valentina terminó bailando con Super, (como le dicen a él por esa costumbre de disfrazarse todos los días del año de Superman cuando estaba pequeño) y Daniel, terminó bailando con Valentina, la amiga de todos, la organizadora de los eventos, la habladora, la extrovertida. Quién sabe si fue la brisa de Panamá, pero esa mirada de ella que nunca lo notó a él, empezó a mirarlo. Y esos ojos de él, que nunca la miraron mucho, se volcaron en ella. Un viaje de pura fiesta, de alegría hasta el cielo. Un viaje donde bailaron, una y otra vez, tal parece que yo me acostumbré a ti en un solo día… que te ando extrañando como si hace años que te conocía…

LOS VIAJES

Termina la fiesta
Cada cual a su casa
Yo me voy con tu cara
Pegada en el alma
Y sin bien conocerte
Ya te comienzo a extrañar…

Como si se hubiera tratado de una premonición, esa canción supo contar la historia de los dos: ese amor de verano de una semana, terminó convirtiéndose en un amor de tiempo, de travesías. En el amor de esta vida. Llevaban seis meses cuando ella se fue de intercambio para Montreal y aquel viaje, contrario a alejarnos, les enseñó de paciencia. Aprendieron a conocer sus anhelos: Valentina, tan viajera desde niña; Daniel, tan futbolista desde siempre. Y así, llegaron más destinos. Buenos Aires y el amor de él por Boca Juniors. Nueva York y las infinitas caminadas. París y el idilio de ella por ese viento francés. Barcelona y los tantos aprendizajes que dejó a su paso. Madrid, Praga, Bruselas, Brujas, Berlín, Zurich, Basilea. Santa Marta, Cartagena, Cauca Viejo.

Viajar se les ha convertido en una inmensa analogía de vida: conocer las ilusiones del otro, compartir la cotidianidad y lo que no está dentro de los planes. Arriesgarse. Probar. Sumar felicidades. Restar preocupaciones. Si hay algo que describa este noviazgo son las ganas por estar caminando, llenando maletas de recuerdos, coleccionando horizontes, buscando lo auténtico de cada paso.

UN CUARZO ROSADO DE UNA NOCHE FRANCESA

Daniel le dijo a Valentina que ese fin de semana (ese de Black Friday donde ella quería aprovechar varias promociones para amoblar el apartamento donde se irían a vivir) tenía que viajar a Bogotá por trabajo. Ese viernes amaneció donde Juliana, su mejor amiga, y el sábado estuvo organizando con su mamá los últimos detalles para pasarse de casa, para empezar esa nueva vida con Daniel. Mientras estaba en esas, le llegó una tarjeta con algunas instrucciones: que se dirigiera a Juanito Laguna, que llevara ropa para amanecer, que no hiciera muchas preguntas. Entre nerviosa, sorprendida y alegre, empezó a seguir esa travesía: llegó a la portería, preguntó por el número de la casa que decía la invitación, siguió el camino… Vio una casita blanca iluminada con bombillitos. Empezó a sonar A cinderella story, esa canción que tanto le gusta a ella y cuando entró, Daniel estaba arrodillado con Dominó y Duquesa (los perros de ella, que también son como de él) preguntándole si se quería casar.

Un anillo en oro rosado con cuarzo rosado, esa piedra que representa el amor incondicional y la paz infinita. Un anillo irregular que semeja la forma de una V, porque Catalina (la diseñadora de Capa Joyería) supo leer a Valentina según lo que Daniel le contó de ella: supo que tenía una personalidad arrolladora; que es simple, pero alude a los detalles; que le gusta la vida con fondo, las historias que tienen historia.

Hubo comida francesa de La Maga, hubo una carta larga que Daniel le entregó, hubo una ventana llena de fotos de los dos que daba cuenta de esos doce años y del paso del tiempo en ese amor, hubo música francesa cantada por Candelaria de Los Brillantes, hubo una cajita con sorpresas de esas que le gustan a ella: un pasaporte, un mapa, unas tarjeticas con un siempre juntos, hubo desayuno al otro día. Hubo lágrimas, muchas lágrimas de felicidad. Fue una noche y un despertar de nuevas ilusiones, de un amor que se recarga y revive, de un sueño que nunca ha dejado de sentir que pertenece a dos.

EL CONCEPTO

En esta historia, Valentina pertenece al mundo de almas obsesionadas porque todo tiene un lugar: el de los significados. Su profesión de publicista le intensificó ese backstage, ese detrás de. Disfruta, como pocas cosas, encontrar el porqué de las historias, buscarles su origen, sus matices. Con el tiempo, Daniel fue aprendiendo, fue encarrilándose con ese cuento, haciéndole honor a aquel amor que es feliz compartiendo la dicha del otro.

Su matrimonio, entonces, no fue la excepción. Cuando se esculcaron por dentro para saber qué los identificaba como pareja, ahí estuvo el mar de Contadora, el estadio de Buenos Aires, el Central Park de Nueva York, el muro de Berlín, la playa de Santa Marta… Ahí estuvieron los viajes que han hecho, que sueñan hacer, que han retratado con las cámaras que coleccionan. Ahí estaba el concepto de la celebración: los viajes.

Se reunieron con Laura, de Jabalinas, para conocerse, para entender qué los hacía ser esa pareja de Valentina + Daniel, para definir y reafirmar que celebrarían al son de las calles, de los aeropuertos, de los aviones, de esas alas infinitas que se han cosido viajando. Primero eligieron las ciudades simbólicas, importantes; aquellas que han recorrido juntos, por separado y aquellas que anhelan conocer un día. En vez de números, cada mesa sería un lugar. Fueron 23 en total: Madrid, París, Berlín, Providencia, Medellín, Ámsterdam, Bali, Barcelona, Buenos Aires, Oporto, Tokyo, Nueva York, Londres, Sevilla, Marrakech, Estambul, Nairobi, La Habana, Cusco, Guadalajara, Copenhague, Oslo, Zanzibar. Cada una contaba algo, por ejemplo, Nuestras raíces. El lugar al que siempre volveremos. Aquí están las personas por las que somos: nuestra familia, nuestros amigos, decía la de Medellín. Hay lugares a los que las personas pertenecen: Valentina es de París. Caminarlo juntos es recordar un candado en el Sena y la historia de aquella revolución que tanto admira Daniel, decía la de París.

Después vendría la planeación de cada mesa, una tarde entera en la casa de Laura armándolas, decidiendo qué objetos. Todas llevaron follaje verde, pero Marrakech, entonces, tenía mini cactus, aludiendo al desierto; en cambio, Madrid traía velas por ser una ciudad más clásica. Mapas mundi, bolas rústicas y modernas, velas largas y cortas, floreros en vidrio café, lucecitas, mini materas en concreto, cámaras análogas, libros: cada mesa tenía lo que se merecía según la identidad de su ciudad. El toque final: en cada plato, una galleta de la fortuna.

El resto de la decoración estuvo muy alineada con las mesas y con esa Valentina que creció en medio de animales, de campo, de naturaleza, de —otra vez— viajes: hubo troncos, maletas antiguas, puff y tapetes de India, hojas grandes, más follaje, lámparas de petróleo. Fue una oda a las culturas, a la pluralidad, al viaje como descubrimiento.  

EL VESTIDO

El gusto por la moda lo heredó de su mamá. No imitó su estilo recargado, pero sí el interés por las tendencias. Nunca se imaginó vestida de novia, de blanco, de velo; entonces, comenzó a juntar retazos de varios vestidos y armó uno: manga larga, cuello alto, con resortes en los puños, nada de faldas voluminosas. Después llegó donde Luisa Nicholls y todo cambió: terminó con un vestido muy acorde a su gusto minimalista. En dril, strapless, limpio en la parte de arriba simulando un corsé y suelto y ligero en la parte de abajo, con un estampado en flores. Lo complementó con una corona de Zawadzky, con unos botines miel y con su capul, que se corta hace tres años y se ha convertido en algo tan icónico en ella.

LA VIDA ES UN VIAJE

El día que se fueron a vivir juntos hicieron un ritual en el apartamento, guiado por Laura Gómez, esa mujer que ha alumbrado sus vidas y les ha enseñado tanto del lenguaje del amor: un ritual para que la luz entrara, para que el amor conviviera con ellos, para que la alegría no se escapara, para que la energía de los más cercanos se quedara con ellos. Han aprendido a disfrutar de los rituales, son como transiciones del espíritu que dejan lo necesario y apartan lo superfluo.

Se casaron, entonces, en la iglesia el 19 de julio (un día antes) en presencia de sus más cercanos y el sábado celebraron, en la playa de Casa Bali, de nuevo, con un ritual de la luz, guiado por Juan Camilo, un amigo en común de ambos de hace muchos, muchos años (los conoció por separado cuando aún no eran novios) que ahora es sacerdote. Daniel entró de la mano de Ana, su mamá, y de Dominó; el perro que él y los papás de Valentina le regalaron a ella cuando se graduó. Ese Bulldog francés que tanto adoran. Valentina entró de la mano de Ignacio, su papá, y de Duquesa, esa Bernés de la Montaña que tanto quieren.

El ritual que era por momentos, por supuesto, también tenía significado:

Momento uno, la palabra: Juliana, la mejor amiga de Valentina leyó una carta para los dos.

Momentos dos, el amor: se leyeron sus votos, se repitieron el gran amor que se tienen el uno al otro, la admiración, se recordaron el camino que han caminado y se dieron gracias por elegirse cada día.

Momento tres, la luz: el papá de ella, las mamás de ambos, la hermana de él y el hermano de ella, encendieron cinco velas con las que después, prendieron esa grande (la de Valentina y Daniel), como concediéndoles sabiduría, entregándoles amor para que ese viaje, que es la vida, lo caminen a su manera, a su ritmo. Al salir los invitados tenían minivelitas, para que esa luz se hiciera grande y fuerte, se esparciera; para que todos los que estaban tan felices como ellos también les regalaran su energía.

ES LA COMPAÑÍA LO QUE HACE AL VIAJE INOLVIDABLE

Lo han comprobado una y otra vez en ese recorrido de vida que llevan juntos. La comida, los lugares, los hoteles, el clima, las comodidades y las sorpresas; todo hace parte de un buen viaje, pero saben que nada se compara con saber que están el uno para el otro, descubriendo nuevos universos, nuevas facetas de ellos mismos, compartiendo los gustos de él y los anhelos de ella. En definitiva, la respuesta siempre es con quién y no a dónde, porque la compañía es lo inolvidable del viaje. Así quisieron reflejarlo en el montón de detalles que pensaron para ese día. Y de nuevo, cada cosa con su porqué:

•   La fecha: 20 de julio de 2019, el día que cumplían 12 años de novios.

•   Las tarjetas: una ilustración de ellos dos con sellos de pasaportes, con maletas, con cámaras. Un sobre en kraft, porque son tranquilos y querían romper con la idea de que hacerlo en Zona E era sinónimo de elegancia.

•   Una página web (porque a Valentina no se le escapa nada) con su historia, inspiración para los looks de los invitados, el lugar, la hora, el día y los regalos: los invitados podían consignar a una cuenta de ahorros para darles alguna experiencia inolvidable en su luna de miel por Kenya (un desayuno, una entrada a un safari, un almuerzo en medio de la selva…) o llevar el tradicional sobre el día del matrimonio.

•   Una sangría de bienvenida, de Legrí, haciéndole alusión a España, ese país que tanto les enseñó y les regaló.

•   Cámaras Polaroid y sellos sobre una mesa, para que los invitados se tomaran fotos, las pegaran, les escribieran un mensajito y lo decoraran con sellos en un álbum que guardarán para siempre.

•   La entrada de ellos al coctel en Twizzy, porque siempre quieren romper con lo convencional.

•   El discurso del papá tan sentido, tan profundo. Ese que empezaba con un de todas las lunas, la de octubre es la más bonita, haciendo alusión al mes en el que nació Valentina y terminaba dándole la bienvenida a Daniel como un hijo más, como parte de la familia.

•   Delantales en dril para los meseros con botones con el nombre de las ciudades que estaban atendiendo esa noche.

•   Servilletas estampadas (con ilustraciones de camaritas, pasaportes, sellos) que después servirían como pañoletas.

•   Comida árabe, de Fenicia, porque comparten ese gusto por probar sabores de otras culturas. Al final de la noche estuvo un carrito de fritos (empanaditas de papa y de queso, carimañolas, miniarepas de huevo), porque sus gustos colombianos son inamovibles.

•   Minipostres (varios por mesa), porque prefieren—sobre todo ella— probar varios sabores y no uno solo. Pd: incluía mini Nutellas.

•   En los baños había un kit con todo lo necesario que incluía chicles, champú seco, sal de frutas, porque ante todo la comodidad y el bienestar.

•   En un solo día, la primera canción de la noche, para recordar que doce años atrás estaban bailando en una playa sin saber que doce años más tarde estarían imaginando un parasiempre.

•   Un momento de la noche dedicado al vallenato, ese género folclórico que a los dos les encanta, les mueve el alma y los ha hecho coleccionar tantos momentos indelebles.

•   Una hora loca de safari, con orejas de jirafas y de tigres, con cantimploras y con chalecos de exploradores, para empezar a imaginar lo que les esperaba en su nueva travesía por Kenya.

Cada detalle tuvo su lugar, su hora, su momento; pero una vez más comprobaron que la dicha de la vida, de ese viaje que viven juntos, está en la mirada profunda de él, en la sonrisa amplia de ella, en el Danielito que Valentina le dice con tanto amor, en el bizcochito que Daniel le repite con la misma admiración. Una vez más se dieron cuenta de que la pregunta no es tanto a dónde y la respuesta sí es siempre a donde vayamos juntos. Se dieron cuenta, también, que a veces la vida habla de manera literal: ese disfraz de regalo realmente era uno, el más trascendental de todos.

COLECCIONANDO RECUERDOS

De ese 20 de julio de 2007 a este 20 de julio de 2019 han cambiado muchas cosas, pero hay una que permanece intacta: el amor como aeropuerto, como destino, como hotel y como casa, como lugar nuevo y conocido, como ida y regreso, como viaje, como tiempo.

De parte de esta Libreta, les deseamos que abran muchas galletas de la fortuna, que aterricen juntos, que se gocen el universo y todos los demás, que recorran y recorran kilómetros y una y otra vez, se recuerden en cada esquina de la vida, que los doce años se multipliquen… que el destino favorito de ambos siempre sean los brazos del otro porque ahí, justo en un abrazo, está la luz.

Cuando se esculcaron por dentro para saber qué los identificaba como pareja, ahí estuvieron los viajes que han hecho, que sueñan hacer, que han retratado con las cámaras que coleccionan
Fotos: Mateo y Vero para Valeria Duque Fotografía.
El gusto por la moda lo heredó de su mamá. No imitó su estilo recargado, pero sí el interés por las tendencias
Daniel entró de la mano de Ana, su mamá, y de Dominó; el perro que él y los papás de Valentina le regalaron a ella cuando se graduó. Ese Bulldog francés que tanto adoran. Valentina entró de la mano de Ignacio, su papá, y de Duquesa, esa Bernés de la Montaña que tanto quieren
Han aprendido a disfrutar de los rituales, son como transiciones del espíritu que dejan lo necesario y apartan lo superfluo
Momento uno, la palabra: Juliana, la mejor amiga de Valentina leyó una carta para los dos
Momentos dos, el amor: se leyeron sus votos, se repitieron el gran amor que se tienen el uno al otro, la admiración, se recordaron el camino que han caminado y se dieron gracias por elegirse cada día
Momento tres, la luz: el papá de ella, las mamás de ambos, la hermana de él y el hermano de ella, encendieron cinco velas con las que después, prendieron esa grande (la de Valentina y Daniel), como concediéndoles sabiduría, entregándoles amor para que ese viaje, que es la vida, lo caminen a su manera, a su ritmo
Viajar se les ha convertido en una inmensa analogía de vida. Arriesgarse. Probar. Sumar felicidades. Restar preocupaciones
Fue una oda a las culturas, a la pluralidad, al viaje como descubrimiento
La entrada de ellos al coctel en Twizzy, porque siempre quieren romper con lo convencional
La respuesta siempre es con quién y no a dónde, porque la compañía es lo inolvidable del viaje
En vez de números, cada mesa sería un lugar. Fueron 23 en total: Madrid, París, Berlín, Providencia, Medellín, Ámsterdam, Bali, Barcelona, Buenos Aires, Oporto, Tokyo, Nueva York, Londres, Sevilla, Marrakech, Estambul, Nairobi, La Habana, Cusco, Guadalajara, Copenhague, Oslo, Zanzibar
Una hora loca de safari para empezar a imaginar lo que les esperaba en su nueva travesía por Kenya
Una vez más se dieron cuenta de que la pregunta no es tanto a dónde y la respuesta sí es siempre a donde vayamos juntos

APUNTES FINALES

¿Qué consejos les darían a todas las parejas que en este momento están organizando su matrimonio?

- No dejarse llevar por la industria, los convencionalismos o lo que muchos digan durante este proceso. Lo más importante es que refleje lo que son como pareja, que se cumplan los sueños porque es un día único y bastante especial solo para ambos, para nadie más.

-Además, recomendaríamos para quienes tienen poco tiempo, tener un apoyo logístico, llámese wedding planner u otro rol, pero que les ayude en toda la carga de estrés. Siempre teniendo en cuenta que solo debe de ser un apoyo, no quien te diga qué hacer ni cómo hacerlo.

- Apoyarse mucho, el matrimonio es de los dos. Vivir cada experiencia juntos, probar la comida, buscar el lugar, todo. No es decir “esto es más ella”, “esto es más él”… es una experiencia de dos que empieza desde el primer minuto en que deciden casarse.

- Por último, gozárselo todo el tiempo. No negamos que tuvimos momentos de estrés y de discusiones, pero planear cada cosa como nos la soñamos, haciendo desde el sitio web hasta la prueba de 8 clases de centros de mesas, es toda una experiencia.

-Otra cosa más... los proveedores que escojan deben ser sus aliados, deben ser compatibles con sus gustos y su forma de ser: eso hace que todo fluya.

Cosas que consideren clave para que una relación sea un éxito.

- La confianza, creer en el otro, tener la certeza que el otro está por y para la relación.

- Las risas. Cualquier circunstancia, por más difícil que sea, con un poquito de humor, se hace mejor.

- Aceptarse, entender al otro con su forma de ser, con su personalidad, compartir los diferentes sueños.

- Fortalecer todo lo que nos hace compatibles, en el caso nuestro, las ganas de viajar y de aprender. Conocer restaurantes, aprender idiomas, caminar ciudades.

- Siempre recordarse que se aman y darse gracias a diario por haberse elegido el uno al otro.

Un error para no volver a cometer

- La creatividad puede llegar a incrementar el presupuesto y más aún si buscas muy afuera de la industria. Siempre hay un límite y como dicen “zapatero a sus zapatos”: buscar al mejor en lo que hace, pero siempre y cuando se acerque a lo que tú quieres o sueñas. Que solo te limite el presupuesto.

- La logística de un evento con tantos detalles como el nuestro debió tener una persona con la experiencia suficiente para llevar a cabo cada una de las exigencias nuestras... quien nos acompañó lo hizo bien, pero se pudo haber tenido mejor control. Por ejemplo, salí sin yugo y no tuve a nadie para que me hiciera caer en cuenta de ello... los nervios pueden dominarte y ese día necesitas aliados bastante estratégicos.

- Al buscar todo el tiempo personas o proveedores que yo creía y sentía podían hacer de lo que yo quería algo aún más especial, no tuve en cuenta en algunas ocasiones los inconvenientes que se podían presentar al no dejar muy claro las condiciones del negocio.

ESTE TEXTO FUE ESCRITO POR JULI LONDOÑO (LA MADRINA) PARA LLM.

(EN INSTAGRAM LA ENCUENTRAN COMO @CARECOCO). HERMANA DE PABLO, DE SANTIAGO, DE FELIPE. PERIODISTA, ENAMORADA DE LAS LETRAS HECHAS LIBROS, HISTORIAS, VIAJES, CANCIONES DE SABINA. SU FIRMA TIENE –SIEMPRE– UN ESPACIO EN LAS PÁGINAS DE ESTA LIBRETA MORADA.

CRÉDITOS

  • Lugar: Casa Bali, Zona E.
  • Fotografía: Mateo Soto y Vero Ramírez para VDF.
  • Vestido de la novia: Luisa Nicholls.
  • Zapatos de la novia: Michael kors.
  • Accesorios de la novia: Zawadzky
  • Maquillaje y peinado: @Laguirremua_ph
  • Traje del novio: Massimo Dutti, chaleco de Zara.

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