María Francisca + Camilo

Parece que los atardeceres rojizos los persiguen; el cielo se sonroja cuando están juntos. Después de muchas vueltas, de ser amigos, volvieron a mirarse para reconocer que el amor los había encontrado. Ese día, el día que celebraron la fortuna de caminar de la mano, las nubes volvieron a teñirse: como una señal, como un buen augurio, como el tiempo aplaudiendo tanta felicidad.

PRIMERO AMIGOS

Cuando María Francisca estaba en el colegio, la mayoría de tardes las pasaba en la casa de Manuela, su mejor amiga. Allá también estaba Camilo, que era muy amigo del hermano de Manuela. Ella estudiaba, él pintaba historietas. Los dos son de Ibagué, sabían el uno del otro. Después, más grandes, en 2011, se conocerían en un bar. Qué vieja tan divina, fue lo que pensó Camilo cuando la vio bailando. Recuerda la camisa negra que llevaba ese día. Recuerda el beso que se dieron. Recuerda que se fumaron un cigarro, de esos que ya no fuman más. Recuerda que hablaron mucho, que la conexión no fue fugaz. Recuerda que bailaron, que fueron bastante felices esa noche.

Con el tiempo se volvieron inseparables, amigos confidentes. Él en su cuento y ella en el suyo, pero muy cercanos, muy compinches. Hasta que un día, como una epifanía —dice Camilo— recordó que ese amor que andaba buscando estaba a su lado hacía mucho tiempo: era Fran, como le dice de cariño. La invitó a comer, le compartió lo que había en el corazón y los dos —sin haber pactado nada— se esperaron los seis meses que ella estuvo en China. Después de su regreso, nunca han vuelto a estar en esquinas distantes, después de ese noviembre de 2012, han sabido tomarse de la mano con la ilusión de que sea para siempre.

MÉXICO Y UNA PROPUESTA

México era un país que ella siempre había querido recorrer. Entonces, ese noviembre de 2018, organizó un viaje para aquel país centroamericano. En la checklist estaban varias ciudades, la primera fue Ciudad de México. Segundo día: después de ir a las pirámides, fueron a conocer la Basílica de Guadalupe. Se quedaron en misa, porque afuera helaba y porque Camilo cree mucho en la virgen. Cuando salieron, el frío había cambiado por un atardecer rojizo —de esos que los persiguen— y con esa vista como recuerdo, Camilo se arrodilló y le pidió matrimonio. Ese momento quedó grabado en un video por un señor que estaba ahí (con su hijo pequeño) al que Camilo —unos minutos antes— le pidió el favor. Los dos coinciden en que es uno de los días más especiales que han vivido. Los dos coinciden en que es uno de los días más cálidos, porque, aunque el clima seguía enfriando, los dos eran el refugio del otro, mucho más que siempre.

LA PLANEACIÓN

Siempre en buena compañía. Su mamá fue su aliada, su cómplice, su alcahueta. Con ella soñaba, compartía ideas, se emocionaba. Al aire libre. Debajo de muchos árboles, al lado de un lago. Eso era lo que se imaginaba María Francisca. Buscaron mucho, muchísimo el lugar, hasta que Ventaquemada, la finca (en Ibagué) de unos amigos de los papás llegó para cumplir sus expectativas. Nunca dudó de que Cristina Franco sería la persona que la acompañaría en todo el proceso. Toda la vida fueron vecinas y Cristina, que tiene tres hijos, siempre quiso a María Francisca como esa hija que no tuvo. Entre las dos se encargaron del concepto, de la organización. Camilo, que es diseñador, que disfruta de la estética, que se fija en los interiores y, además, es melómano, se encargó de la música y se involucró mucho en los detalles de decoración.

Querían algo sencillo, pero de buen gusto. Algo donde pudieran compartir con todos sus amigos, con sus personas más cercanas. Algo que se quedara en la memoria cada día que quisieran recordar tanta felicidad.

EL VESTIDO / EL TRAJE

Siempre estuvo clara con la silueta, cómo quería verse ese día. Nunca fue una novia de las que dudan, de las que buscan mil y una opciones. Y, sin embargo, se midió mil y un vestidos en De Novia a Novia y cuando salió en ese de Gina Murillo, su mamá y su hermana se emocionaron hasta las lágrimas. Era beige, como su mamá lo había visto en sueños. Era ligero, como ella lo quería, pero recordando ese anhelo de verla de blanco de Camilo y su papá, contactó a Gina para que le hiciera uno desde cero.

El proceso, con la energía de Gina tan renovadora, le pareció encantador. El resultado aún más: cómodo, ceñido, bordado en su totalidad, sencillo pero lleno de detalles, escotado y, sobre todo, liviano.

El traje de Camilo fue un tabú, nunca la dejó ver ni siquiera la tela. Se dejó asesorar por Felipe Carvajal, su gran amigo y su padrino, que es abogado y disfruta vestirse de traje: sabe de telas, de detalles y lo conoce a él, que en su día a día tiene un estilo alternativo, fresco. El resultado fue, precisamente, ese: un traje gris con toques informales.

ESE DÍA

Mi tiempo se mide cuando estás o no estás a mi lado. Contando los minutos para verte y ser uno por siempre.

Te amo.
Camilo. 8 de junio.

Ese fue el mensaje que le llegó con dos ramos de rosas mientras se estaba arreglando con su mamá y sus dos madrinas (su hermana y su mejor amiga). Había empezado el día y Camilo, su compañero de tantos años, su amigo incondicional, se lo recordaba: la vida se acomoda, se ajusta, da las vueltas que sean necesarias para que un día, todo tenga sentido.

LA CEREMONIA

Decidieron que la capilla del conjunto residencial donde viven los papás de María Francisca era ideal: íntima, cercana, bonita. Y de nuevo, porque era importante para Camilo hacer la ceremonia en una iglesia. Las canciones que se escucharon fueron inéditas y escritas por Ángel Balanzó, un cantante de música católica que a los dos les gusta bastante.

Ella entró con su papá, ese papá que quiere tanto, ese papá que le quiso elegir un nombre poco común. Ese papá que soñaba —que siempre lo hizo— con que la primera persona que lo llamara papá fuera una niña. Entró con él, que también es su amor, al que le heredó esas ganas de llorar por todo y con el que lloró ese día, al que abrazó, con el que se rio. Los pajecitos fueron cuatro: dos niñas y dos niños, vestidos de blanco y beige, con canastas artesanales y follaje. Un cuadro divino para la eternidad.

Hoy solo tengo agradecimiento hacia ti. Gracias por llenarme el corazón de alegría y darme una relación sincera y llena de amor todos estos años. Comienzo con decirte que hoy me siento la mujer más afortunada y feliz del mundo, fueron las primeras palabras de María Francisca en esa ceremonia.

Mi amor, prometo amarte. Prometo hoy tomarte de la mano y caminar contigo toda la vida… fue el final de los votos de Camilo. Después, saldrían de la iglesia cogidos de la mano, con una sonrisa amplia y real, una sonrisa de ilusiones nuevas. Los invitados —que compartían la sonrisa— les tiraron hojas de Eucalipto a ese amor que huele tanto a frescura y que los años no apaga.

COMIDA PARA COMPARTIR

Pocos planes que les gusten más a los dos que salir a comer, a conocer un nuevo restaurante. Prefieren pedir varias entradas y un plato fuerte, compartir, probar sabores juntos. Esa esencia querían transmitirla en su celebración. Querían que todos compartieran, que las mesas fueran una ocasión para empezar la fiesta desde antes. Julián Vallejo, un amigo de Camilo que es chef, a manera de regalo, les creó un menú a la medida. Su cocina, cocina de enlaces, como él la llama, hace eso: refleja los gustos de las personas.

Audaz, ligero y curioso como el cono de tinta de calamar con helado de pepino y polvo de ruibarbo, era la descripción del snack, por ejemplo. La media naranja: galletas de sagú y patacones, era la de la entrada. Y así con las demás entradas, con el plato fuerte, con el dulce: descripciones auténticas, coquetas. El toque final: una mesa de varios postres preparados por una amiga de la mamá de María Fran para saborear esas raíces, esos orígenes que permanecen.

LA SORPRESA DE LA VIDA

A María Fran se le corta la voz cuando recuerda ese momento. Las lágrimas, a veces, conjugan con la dicha. Valieron la pena todos los ensayos, todas las veces que sus papás —como jueces y admiradores— la aplaudieron y lloraron antes de ese día. Valieron la pena todos los años que cantó siendo niña, todas sus participaciones en coros del colegio, sus presentaciones en Navidad. Valieron la pena todas las insistencias de Camilo, de que cuando se casaran, le cantara. Porque entonces, le cantó:

Déjame abrazarte para siempre 
Déjame besarte a mi manera 
Agarrar tu mano donde quiera 
Porque yo he nacido pa quererte…

Le cantó ese Para Siempre que compuso Kanny García, que encierra tanto lo que ella anhela, siente. Él la miró, le sonrió, la abrazó. De nuevo: un cuadro para la eternidad.

UNA FIESTA DEBAJO DEL CIELO

Se bajaron de esa camioneta azul celeste que les prestó Felipe Carvajal (el padrino) y que tiene una historia de esas con coincidencias bonitas: los dos querían una camioneta vieja de ese color, con volco, algo que fuera congruente con todo lo demás. Un día, en una medición del traje, Camilo le contó a Felipe y Felipe le dijo que llevaba dos meses restaurando una que se ajustaba a esa descripción. Coincidió: una Ford del año 53 que encajó como ellos imaginaban que lo hiciera. Se bajaron, entonces, de esa camioneta azul celeste y todos los invitados estaban esperándolos. El cielo naranja, otra vez, también los esperaba. Un atardecer de tonos calurosos, coloridos. También los esperaba esa naturaleza imponente, esa decoración rústica, sobria, de luces tenues y cálidas. Las mesas en mitad del césped, en medio de árboles milenarios y enormes, al lado de un lago completamente iluminado. En la mitad, una pista de baile con una carpa transparente por donde la luz se colaba. Un bar con cocteles (porque a ella no le gustan los tragos fuertes) debajo de una lámpara grande, muy grande, en todo el centro de ese escenario encantador. Todo parecía tejido entre sí: la naturaleza tiene ese poder, de abrazar lo que está a su alrededor.

La decoración tuvo un referente, una inspiración: Juan Pablo Partida (@jppartida) ese diseñador mexicano que a ella le gusta tanto. Él suele utilizar muchas estructuras de hierros, muchas velas, muchas hojas. Eso marcó el camino de esa noche de tonos verdes con toques blancos y rosas, de mesas rústicas: de la naturaleza siendo protagonista.

La fiesta empezó con Felipe Ángel, son cubano, margaritas, mojitos, gin&tonic, cervecitas frías. La fiesta empezó como sabe Camilo empezar las fiestas: desde que el primero llega. Ánimos a tope y de pronto, el impulso para la alegría desmedida de esa noche: juegos pirotécnicos en el lago. Otra vez, un cuadro para la eternidad.

Bailaron Desde que estamos juntos, de Melendi, que coincide en el mojito, en la virgen, en los años. Que encaja con ellos:

Y yo te dije "niña te invito un mojito" 
Tú me dejaste clarito que la cosa no iba así (oye la cosa no va así) 
Y fue entonces cuando le pedí a la virgen 
De la caridad del pobre que intercediera por mí (ay que intercediera por mi) 
De repente, tú cambiaste de semblante 
Me empezaste a ver galante, yo te dije "eres mi atril" 
Fuimos sólo dos extraños y han pasado ya diez años…

Siguió la fiesta, entre abrazos, sonrisas, bailes, alpargatas para las mujeres, mojitos, margaritas, brindis, vallenato (que, por primera vez Camilo se lo disfrutó como nunca lo hace, porque no le gusta). La fiesta siguió entre abanicos, velas, naturaleza, música, trompetas, lechona. La fiesta siguió hasta las cuatro de la mañana y sigue cada que María Fran y Camilo vuelven a las fotos, a ese álbum que narra la felicidad como si fuese una historia de una noche, pero en realidad es aquella que hace la suma de todos los días.

. . .

María Fran y Cami, que el amor los siga sorprendiendo como esa noche del bar. Que los siga viendo bailar, como ese ocho de junio. Que los siga sintiendo tan cómplices como todas esas veces que han sido amigos y al mismo tiempo, amor. Que el cielo siga persiguiéndolos, como una muestra de felicidad y entonces, se tiña; a veces de azul y casi siempre de rojo.

Ella entró con su papá, ese papá que quiere tanto, ese papá que le quiso elegir un nombre poco común. Ese papá que soñaba —que siempre lo hizo— con que la primera persona que lo llamara papá fuera una niña
Después de su regreso, nunca han vuelto a estar en esquinas distantes, después de ese noviembre de 2012, han sabido tomarse de la mano con la ilusión de que sea para siempre
Las mesas en mitad del césped, en medio de árboles milenarios y enormes, al lado de un lago completamente iluminado
Pocos planes que les gusten más a los dos que salir a comer, a conocer un nuevo restaurante. Prefieren pedir varias entradas y un plato fuerte, compartir, probar sabores juntos. Esa esencia querían transmitirla en su celebración
ESTE TEXTO FUE ESCRITO POR JULI LONDOÑO PARA LLM.
(EN INSTAGRAM LA ENCUENTRAN COMO @CARECOCO). HERMANA DE PABLO, DE SANTIAGO, DE FELIPE. PERIODISTA, ENAMORADA DE LAS LETRAS HECHAS LIBROS, HISTORIAS, VIAJES, CANCIONES DE SABINA. SU FIRMA TIENE –SIEMPRE– UN ESPACIO EN LAS PÁGINAS DE ESTA LIBRETA MORADA.

CRÉDITOS

  • Lugar: Finca Ventaquemada, Ibagué.
  • Iglesia: Capilla Hacienda Las Victorias.
  • Wedding planner: Cristina Franco.
  • Fotografía: Vero y Mateo, para VDF.
  • Video: Moviola.
  • Vestido de la novia: Gina Murillo.
  • Zapatos de la novia: Steve Madden.
  • Accesorios de la novia: Zawadzky.
  • Maquillaje y peinado: By Tatán Peluquería.
  • Vestido del novio: Carlos Nieto.
  • Zapatos del novio: Argento Bourbon.
  • Vestidos pajecitos: Zara.
  • Decoración: Cristina Franco.
  • Comida: Julián Vallejo.
  • Postres: María Elena Dierolf y Yiyi Rodríguez.
  • Invitaciones: Date Design.
  • Ramo/yugo: Cristina Franco.
  • Anillos: Ana Buendía Jewelry.
  • Música: Felipe Ángel.
  • Alpargatas: Una amiga de la familia las cosió.

Comentarios

  • La abuela Elvirita 23-09-2019 12:09

    Tal cual!!! Qué descripción tan hermosa de la boda de mi adorada nieta, me emocioné hasta las lágrimas. Los quiero muchísimo, se que con la ayuda de Dios y las cualidades que tienen Maríafran y Camilo, su unión va a ser para toda la vida.

  • Mary Ch 11-01-2020 21:01

    Que novia tan preciosa, sobretodo irradia felicidad

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