Camila + Chalas

El mundo es un lugar amplio y ancho cuando se trata de recorrerlo a caballo, pero es pequeño y cálido cuando el amor son dos ojos que no paran de mirarte. La alegría es él y también es ella. El milagro y la fortuna sigue siendo aquel lunes de campo que se encontraron para siempre.

LOS DARLINGS

Se conocieron un lunes. Ese día Camila entraba a octavo semestre de Diseño Industrial. No podía faltar a la universidad: había perdido dos veces una materia. Una tercera, la pondría en periodo de prueba. Recuerda que un amigo la llamó para invitarla a Ubaté a trabajar como facilitadora de una salida pedagógica: montar a caballo, en bicicleta, hacer cerámica con los niños de un colegio. Pagaban bien y, contra todo pronóstico, decidió ir. La excursión terminó al mediodía. Tenía el tiempo exacto para regresar a su clase de tres de la tarde. Sin embargo, la vida —caprichosa de vez en vez— hizo cambio de planes. Se fue, con una amiga y con Bernardo (Chalas), para Zipaquirá a ver unos caballos de él. La química fue evidente, torrencial. Se coquetearon en el carro y también durante las dos horas siguientes mientras dieron un paseo a caballo por la finca. Se coquetearon mientras tomaron cerveza, mientras conversaron, mientras se rieron. Se coquetearon y el día terminó en un primer beso: era 25 de enero de 2016.

Desde entonces, se la pasan coqueteándole a la naturaleza del otro: él de botas y sombrero, ella de tenis y jeans; él de rancheras y llanera, ella de electrónica y reguetón; él vaquero y ella diseñadora. Se coquetean también en sus encuentros natos: dos fanáticos del campo, de la vida práctica y sencilla, de los viajes hacia las nuevas culturas, de la exploración de lugares desconocidos, del constante movimiento. Dos aprendices del amor, que se quieren tanto y con todo, que se preguntan ¿darling estás bien? cada que notan que el otro no lo está. Dos enamorados que se anhelan y se abrazan.

LA PATAGONIA, ARGENTINA

Chalas es abogado, pero hace algunos años tuvo el coraje de abandonar lo conocido para atrapar lo que imaginaba siempre: ser un vaquero, recorrer llanuras completas, contar los paisajes con los ojos. Ahora se dedica a eso: a viajar por Colombia, a recorrer la vida y el mundo montado en un caballo. A algunos —a muchos— de esos viajes, Camila lo acompaña. Uno de esos tantos fue a la Patagonia. Estaban en medio de una travesía a caballo que duraba ocho días en un parque natural que se parecía mucho a lo que uno ve en sueños. Una noche, previa a un día largo, de atravesar montañas para llegar a la cima, Camila se dejó llevar por los encantos del vino y después de varias copas se durmió.

Cuando amaneció, el licor hizo efecto: sintió el peor guayabo que recordaba y le esperaban ocho horas a caballo. Sin embargo, la aventura empezó. Los acompañaban un grupo de varias personas de diferentes países. Ellos eran los únicos colombianos. La gravedad de la situación era tal que Camila se bajó unas diez veces del caballo y salió corriendo para el bosque. Atardeció y ella no mejoraba. Chalas sabía que al otro día el clima cambiaba. Además, la expedición pasaba a un terreno más salvaje. ¿Darling, de 1 a 10, cómo sigues?, le preguntaba él y ella, a lo sumo, respondía un uno. Pero poco a poco, los números fueron cambiando: dos, tres, seis… hasta que, precisamente cuando llegaron a la cima, Camila respondió diez, darling. Él le insiste varias veces en que se tomen una foto juntos, ahí, al pie del abismo y el paraíso, del vacío y el cielo. Ella insiste en que no está en las mejores condiciones, pero al final el celular captura el momento. Y el corazón, obtura el resto: las palabras de él, confesándole su amor; ese que ella lleva sintiendo durante tres años (dos de ellos viviendo juntos), ese que es recíproco, generoso, espontáneo, risueño. Ella se pasma y le dice no, darling, no puede ser, estoy en shock, que en realidad es un sí, darling, claro que sí. Brindan con champaña para celebrar que ahí, justo donde el cielo se siente y se ve más cerquita, en la cima de aquella montaña, están los dos renovando esa coquetería que los unió.

CONCEPTO / DECORACIÓN

Siempre quisieron un matrimonio al estilo los darlings: alegre, descomplicado, de muchos amigos y mucha familia. Les gusta la fiesta, el desorden, la vida entre canciones, el campo. De todo ese revoltijo de emociones bonitas, surgió la inspiración.

Aunque Camila nunca fue tan apasionada por los caballos, sí ha tenido una vida permeada por la naturaleza y los animales. Fue fácil adentrarse en el universo de los vaqueros, de contar atardeceres mientras galopa. Para Chalas, son su vida, su delirio, su utopía. La plenitud del hombre se encuentra en los lomos de un caballo y el corazón de una mujer, dijo en algún momento de sus votos. Entonces era claro para los dos: una celebración con olor a campo, con personalidad y carácter propios. Una celebración para evocar aquellos viajes que han hecho a caballo por México, Argentina y Perú.

Camila trabaja con su mamá y su hermana en Orgánica en El Cielo, la empresa de las tres. Organizan matrimonios, decoran. El reto, sabiendo que todos los días están inmersas en ese universo, era grande. Para Camila, por ejemplo, lo más complejo fue empezar: definir el Save the Date. Esa primera comunicación, esa primera impresión. Después, todo se fue afinando y las ideas se encaminaron: eligieron una paleta de colores tierra, desde los más claros hasta los rojizos y cobres. Las flores, los follajes y algunas semillas que utilizaron también estuvieron dentro de aquellos tonos cálidos y para lograrlo pasaron, más o menos, diez meses en proceso de secado. El resultado fue una combinación de marrones, habanos y grises. Mezclaron flores vivas con rosas pequeñas. Recogieron pajas y las agregaron a cada arreglo. Una decoración que simulaba los paisajes que Chalas y Camila recorren en sus travesías. Ese olor a campo que se queda en la memoria para siempre. Esa frescura de la vida cuando la naturaleza la atraviesa.

En total, fueron tres espacios versátiles: el comedor principal, la terraza cubierta y los establos. En estos últimos, había cervezas, talanqueras para amarrar a los caballos en los que entraron los padrinos y Chalas, canastas, sombreros, fibras naturales, mesas con frutas. Cada espacio hablaba el mismo lenguaje, estaban conectados por esa esencia silvestre, pero cada uno tenía un detalle que resaltaba.

Eligieron la finca donde Camila creció, donde pasó sus mejores años, donde compartió una infancia con su hermana y su mamá rodeada de lo natural. Montaban en burro, en bicicleta, bajaban al lago. Tuvieron, durante varios años, una educación homeschool. Esa finca era más que su hogar. Era su refugio, su luz, su paz, todos sus instantes. De alguna manera, lo sigue siendo y siempre lo será. De ahí que un burro, una llama y su perra Tulia fueran invitados esenciales de la fiesta. Dicen que habitar aquellos lugares que nos hicieron tanto bien es eternizar, de alguna manera, la felicidad. Camila lo supo ese día.

EL VESTIDO Y EL SOMBRERO / EL TRAJE VAQUERO

Dentro del abanico de opciones que surgen cuando vas a elegir tu vestido, en el de Camila nunca estuvo mandar a hacerlo. No le gustan las desilusiones —de ningún tipo— y no quería tomar riesgos a la ligera. No es tan paciente para los procesos, prefiere saber cómo se ve desde un inicio, cómo se siente, cómo es la tela. Estuvo en De Novia a Novia, en una edición de Bogotá, y allí se midió un vestido que le gustó mucho; pero no se sintió capaz de comprar el primero. Mientras tanto, su hermana le mandaba fotos y videos de los vestidos que se medía en Barcelona. Tampoco eran. Volvió a De Novia  Novia, esta vez en Medellín: se midió diez, le sacaron uno más y le dijeron que el vestido de Rue de Seine que tenían era el de ella. Con esa predicción de por medio, Camila aceptó: se lo midió.

Pero esta no es la historia de un amor a primera vista. Le gustó, le pareció lindo, pero había algo que no la convencía. Camila dudó, le preguntó a su mamá, se le olvidó el reloj y no sintió que pasaron seis horas de estar rodeada de asesoras que conocían su historia, que se volvieron cómplices, que se rieron con ella. Lo compró. Y hubo gritos, abrazos, copas brindando, la felicidad vibrando. Días después, Juliana, de Har'atora, se encargó de hacerle unas modificaciones pequeñas al vestido y entonces, Camila se convenció de que era ese y no otro, de que las mangas, el estilo bohemio, la tela, la soltura eran su propio lenguaje: el que ella habla, el que ella expresa, el que ella entiende. Parece que sí, que hay amores que surgen con el tiempo, que se van forjando, que necesitan varias miradas y varios abrazos.

La idea del sombrero le surgió a Chalas. Le había dicho varias veces que se pusiera, que le diera ese gusto. Él, por supuesto, llevaría uno. Uno especial, uno más para su colección que sobrepasa los 80. Camila le dijo que no, pero días después empezó a ver que las publicaciones de Rue de Siene se tornaron más rurales, con un estilo vaquero irreverente y auténtico y entonces, la idea comenzó a rondarle la cabeza. Se la contó a su mamá y se fueron para el centro de Bogotá en busca de sombreros. Llegaron a la sombrerería más antigua de la ciudad, una que está desde los tiempos de El Bogotazo. Allá lo encontraron: en color crudo y en paño para que la corona de flores secas que tejieron entre ella y su mamá se robara todas las miradas. Esa idea —la de llevar un sombrero como accesorio predominante— también incluía darle la sorpresa a Chalas, que no supo hasta que la vio ese día.

Para el traje, Camila estuvo un tanto preocupada porque él es daltónico y no quería que ella participara en nada. De hecho, nunca le mostró ninguna prenda. Sin embargo, ella supo convencerlo de ir a un lugar —Whitman— donde sabía encontraría lo que buscaba. Así fue: esa marca colombiana de gusto exquisito lo vistió el día de su matrimonio con el sello de vaquero que solo él tiene. Su mamá lo acompañó en todo el proceso. El resultado fue un traje en colores tierra y un sombrero bastante predominante.

LA CEREMONIA

Uno de los momentos que Camila recuerda con especial cariño fue aquel cuando Chalas entró a caballo con sus siete padrinos y la vio a ella con sombrero. Él se sintió, otra vez, en ese 2016 y ella recordó que dos meses después de conocerlo le dijo que era el amor de su vida, que se casaría con él. Y ahí estaban los dos: viendo cómo la vida se acomodaba, cómo el corazón seguía latiendo a prisa, cómo la felicidad, a veces, parece tan tangible.

Se expresaron ese amor que surgió un lunes y se quedó con ellos los demás días a través de una ceremonia simbólica. Alicia, la guía espiritual de ambos, fue quien los unió. Es una persona que estudia las diferentes religiones y reunió los elementos más poderosos de cada una de ellas. Esa tarde, los conectó un ritual.

Primero, la purificación. Con agua y sal para limpiar, para sanar. Para sentirse despejados por dentro.

Segundo, el reconocimiento. Para soltar, para dejar ir, para liberar todo el tiempo pasado. Para empezar, una y otra vez, en un eterno presente.

Tercero, las ofrendas. Un momento para recibir, para sentir el amor que los acompañaba, para escuchar a las personas más cercanas. Hablaron Laura, la amiga del alma de él; Santiago, su hermano, quien lo reconoció como su maestro de vida y a Camila como la mujer ideal para su camino; Ana María, la mamá de Camila, quien les regaló los dones más importantes para un amor sereno: comprensión, respeto, sinceridad. Y la sorpresa del día, las palabras espontáneas, precisas de Felipe, el amigo de aventuras llaneras de Chalas:

Pensé en hacer este brindis para adornar un poco tres regalos simples que les traje. Tan simples que me exigen un prólogo:

Una soga de 20 brazadas, que mientras permanezca guindada en algún muro de su fundo, será vigilante de sus vidas y les servirá de herramienta pa achicar las diferencias.

Pa manear las dificultades.
Pa arrebatar te quieros.
Pa lajiar el destino.

Dos chaparros marantos con un nudito en la punta en forma de garabato.

Pa ponerle paso a la aventura.
Pa sacarle brío al amor.

El tercero es este libro que se llama Tierra Errante, que recorre la vida a caballo desde el anhelar, el amansar, el trabajar, el andar, el compartir y el retiro…

Cuarto, la iluminación. Para recordar que fueron ellas dos (las mamás) quienes les dieron la primera luz, encendieron una vela y se la regalaron a ambos; como una alusión de un nuevo faro o, quizás, de ese que siempre ha estado encendido.

Quinto, la siembra. Un árbol, un roble. Por su fuerza, su firmeza, por su arraigue con la tierra. Para mantener el amor de esta manera: sólido, de pie.

Sexto, los acuerdos. El momento para los votos, para el cariño mutuo, para las palabras que no se lleva el viento, para la sinceridad que se siente en el pecho y en los labios. Para los anillos y para la bendición.

OTROS DETALLES

Son muchos los detalles de la fiesta los que hablan de lo prácticos y descomplicados que son ellos. Las invitaciones decidieron enviarlas por WhatsApp. Durante el coctel hubo sangría, cervezas, aguas saborizadas de sandía, kombucha hecha por la hermana de Chalas y, además, chicharrones con salsa teriyaki, albóndigas a la diabla, canasticas de patacón con ceviche, tabla de jamones y quesos, empanaditas. La comida, por supuesto, fue ternera a la llanera hecha por Isidro, que lo conocen desde hace tiempo (y a quien disfrazaron como un gaucho argentino). Más tarde dieron minihamburguesas y caldo. Los postres fueron donas de Dunkin Donuts, porque querían algo fácil y ¿a quién no le gustan las donas?

La primera canción que bailaron fue La Tierra del Olvido. De ahí en adelante, la energía de las personas estuvo conectada —como si existiera un hilo invisible que no soltara a nadie—. También es uno de los recuerdos más vívidos que tiene Camila de ese día: ese éxtasis conjunto, esa alegría desbordada, esas risas de tantos. Esa hora loca con cantante de champeta incluido y esa tanda de canciones llaneras que Chalas y sus amigos cantaron a todo pulmón en círculo. Una noche de música y gritos, del desorden que a los dos les encanta, de fiesta y amigos, de amor y familia, de risas y cuentos.

. . .

Cami y Chalas, el amor sabio es aquel que sale de noche a caminar sin miedo, porque sabe que al lado está la mano que lo acompaña, que lo guía, que lo ilumina. Ustedes son la montaña y la cima, el recorrido y también las piedras, el desierto y la corriente. Encuéntrense, los lunes y los sábados; en las fiestas y en el galope, en la llanura y la cumbre. Que el amor los siga llevando por todos y tantos senderos y que en los ojos del otro, los atardeceres no cesen.

Dos fanáticos del campo, de la vida práctica y sencilla, de los viajes hacia las nuevas culturas, de la exploración de lugares desconocidos, del constante movimiento. Dos aprendices del amor
Camila se convenció de que era ese y no otro, de que las mangas, el estilo bohemio, la tela, la soltura eran su propio lenguaje: el que ella habla, el que ella expresa, el que ella entiende
Una decoración que simulaba los paisajes que Chalas y Camila recorren en sus travesías. Ese olor a campo que se queda en la memoria para siempre. Esa frescura de la vida cuando la naturaleza la atraviesa
Se expresaron ese amor que surgió un lunes y se quedó con ellos los demás días a través de una ceremonia simbólica. Alicia, la guía espiritual de ambos, fue quien los unió
Desde entonces, se la pasan coqueteándole a la naturaleza del otro: él de botas y sombrero, ella de tenis y jeans; él de rancheras y llanera, ella de electrónica y reguetón; él vaquero y ella diseñadora
Llegaron a la sombrerería más antigua de la ciudad, una que está desde los tiempos de El Bogotazo. Allá lo encontraron: en color crudo y en paño para que la corona de flores secas que tejieron entre ella y su mamá se robara todas las miradas
Durante el coctel hubo sangría, cervezas, aguas saborizadas de sandía, kombucha hecha por la hermana de Chalas y, además, chicharrones con salsa teriyaki, albóndigas a la diabla, canasticas de patacón con ceviche, tabla de jamones y quesos, empanaditas
Siempre quisieron un matrimonio al estilo los darlings: alegre, descomplicado, de muchos amigos y mucha familia. Les gusta la fiesta, el desorden, la vida entre canciones, el campo
La primera canción que bailaron fue La Tierra del Olvido. De ahí en adelante, la energía de las personas estuvo conectada —como si existiera un hilo invisible que no soltara a nadie—
Cami y Chalas, que el amor los siga llevando por todos y tantos senderos y que en los ojos del otro, los atardeceres no cesen

APUNTES FINALES

¿Qué consejos les darían a todas las parejas que en este momento están organizando su matrimonio?

Relajarse, disfrutar el momento porque es único, pasa muy rápido. Saber que si las cosas no salen bien, deben mantener la calma, porque eso es el reflejo que van a ver los invitados en ellos.

Cosas que consideren clave para que una relación sea un éxito.

-No ser orgullosos, saber oír al otro.
-Complicidad.

Un error para no volver a cometer

No confiarse del clima.

¿Para dónde se fueron de luna de miel y por qué?

Nuestra luna de miel va ser más larga de lo previsto, decidimos tomarnos 6 meses sabáticos para viajar. Arrancamos en África el próximo febrero del 2020. Es nuestro sueño conocer ese lugar y más si es un safari a caballo. Después iremos al sudeste asiático y Australia.

ESTE TEXTO FUE ESCRITO POR JULI LONDOÑO PARA LLM.
(EN INSTAGRAM LA ENCUENTRAN COMO @CARECOCO). HERMANA DE PABLO, DE SANTIAGO, DE FELIPE. PERIODISTA, ENAMORADA DE LAS LETRAS HECHAS LIBROS, HISTORIAS, VIAJES, CANCIONES DE SABINA. SU FIRMA TIENE –SIEMPRE– UN ESPACIO EN LAS PÁGINAS DE ESTA LIBRETA MORADA.

CRÉDITOS

  • Accesorios de la novia: Zawadzky.
  • Maquillaje y peinado: Laura Pantoja.
  • Traje del novio: Whitman.
  • Zapatos del novio: Whitman.
  • Decoración: Orgánica en El Cielo.
  • Comida: Orgánica en El Cielo.
  • Postres: Dunkin Donuts.
  • Invitaciones: Orgánica en El Cielo.
  • Anillos: Tres plumas taller.
  • Ramo/yugo: Orgánica en El Cielo.
  • Música: Dj Staff.
  • Hora loca: Chalmy Batz – Champeta.

Comentarios

  • Pili Vidal 24-11-2019 19:11

    El matrimonio más hermoso q he visto !! Me encantoooooo todoooooo

  • (57) 315 383 6348 + (57) 310 549 0848 info@lalibretamorada.com

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