Para Bibi, el secreto de planear un matrimonio a distancia está en tener una buena wedding planner. Y buena se traduce en tener química, no necesariamente en fama ni en años de experiencia. Eligió a Juli, de Toque Rosa, porque sintió esa conexión que estaba buscando. Esa complicidad. Con ella, lo primero que hizo fue crear un moodboard compartido para, juntas, ir dándole forma a la fiesta. Una negociación entre eso que Bibi se soñaba y eso que Juli sabía que se podía o no hacer acá.

“Tener una wedding planner es buenísimo, creo que sin la ayuda de Juli todo hubiera sido un caos. Ella hizo que todo fuera posible. Sin embargo, creo que también es necesario que las parejas se hagan cargo de la organización, que se involucren. Un matrimonio nunca va a ser el matrimonio de tus sueños si dejas que otra persona lo organice completamente. Es importante tener claras tus propias ideas. Qué quieres, cómo lo quieres, por más descabellado que parezca. Hay que ser flexible, pero también terco, al fin y al cabo es tu boda. Hay que soñar sin miedo”.

La ceremonia, diferente y simbólica, estuvo a cargo de una chamana. Antes de entrar al campanario cada persona fue descontaminada con el humo de la canela, sinónimo de transformación. Una actitud antes y después. El olor a lavanda y a eucalipto. Las flores, las velas, los atrapasueños. Nada fue elegido al azar, cada cosa hizo parte de un todo. El concepto: bohemio y natural. “No precisamente porque fuera o sea una moda, sino porque yo me considero una persona así. En mi día a día soy una mujer que nunca se maquilla, una mujer que trata de ser consciente con el medio ambiente, con lo que consume. Bart también es un hombre que no se complica, nos gustan las cosas simples, pero especiales. Lograr un concepto bohemio de verdad solo es posible si la esencia de la pareja es así”.

Cuatro meses después del matrimonio, Bibi y Bart viajaron de Bélgica a Estados Unidos por un mes. Siempre quisieron hacer un viaje por los Parques Nacionales de Utah, Arizona y Nevada, la luna de miel fue la excusa. Allí tuvieron tiempo para estar solos en medio de la naturaleza, para observar las estrellas en la noche, para nadar en los ríos durante el día y para hacer largas y tranquilas caminatas. “No fue lo típico porque no teníamos ni un spa, ni un buffet, ni el mar al frente, pero tuvimos lo más importante: tiempo para nosotros dos, para relajarnos y para darnos cuenta de que no solo somos la pareja ideal, sino que, también, somos los mejores compañeros de viaje”.

Zoom a la vajilla de El Carmen de Viboral, a los recordatorios, al colorido del yugo (muchos corazones morados), a la iluminación en la noche. Mejor dicho, a todos los detalles de un matri hermoso que intentamos resumir de la mejor manera en 60 imágenes. A Lauri y Anita de Más que 1000 palabras muchísimas gracias por las fotos. Amamos el orden que tienen y la facilidad para seleccionar y descargar nuestras favoritas. Bibi, que nos respondiste desde Bélgica con mil ocupaciones encima, mil gracias por tu tiempo.