Ana Lucía + Mateo

Caballos. Música Country. Una carpa blanca, muy Circo del Sol. Una naturaleza de árboles robustos, de pinos altos. Un atardecer con visos naranjas, dentro de un cielo azul-morado. Más caballos y Roma, la Dóberman de los dos.

El matrimonio de Ana Lucía y Mateo fue especial. Especial por único. Especial por distinto. Especial por ellos. Especial porque habló de un amor que no es de polos opuestos y aún así, se atraen. Y se quieren. Mucho. 

Cowboy chic. Ese fue el concepto que su hermana, María José, utilizó para que Julián Posada, el creador de esta historia, entendiera lo que Ana Lucía se soñaba. Los caballos. Los días en el campo. El aire que se respira lejos de la ciudad son los alicientes de esa vida que anhelan y sueñan juntos. Son, también, los comunes que los unen, los lugares donde se encuentran.

LA INVITACIÓN

De nuevo, María José, su hermana, la pieza clave de su matrimonio, entendió lo que quería. El resultado: unas invitaciones tan originales como espectaculares. Un print de caballos y flores. Una obra de arte donde implícitamente se leía “esta invitación solo puede pertenecer a dos personas, a un amor: Ana y Mateo”.

EL LOOK

Luisa Nicholls. En su historia siempre ha estado Luisa Nicholls. Le hizo los vestidos con los que celebró el amor de sus hermanas. La conoce. Se conocen. El resultado habla de ese clic bonito que hay entre las dos: un vestido hecho con tela londinense que superó cualquier sueño. Un vestido que, sin ninguna duda, entra en el top de “este-es-el-vestido-más-perfecto-de-todos-los-tiempos”.

María Zuleta para un esmoquin negro con gris impecable, que Ana solo conoció hasta el día del matrimonio.

LA CEREMONIA

En Cinque Terre, Mateo y Ana soñaron una vida juntos. Un sí y un mar como testigos. Un sí para caminar más de la mano, más cerca del otro. Un sí para comenzar a planear el “celebremos este amor”.

De varios matrimonios a los que había ido, su parte preferida era la misa. Las disfrutaba, le parecía el momento emotivo más especial. Sandra Moore estuvo a cargo de un coro Góspel y aunque a Ana se le hizo eterno ser el centro de atención en la iglesia, todo iba saliendo tal cual alguna vez lo imaginó. La decoración, por Jabalinas, también se amarró a ese concepto “cowbow chic” y en vez de flores hubo eucaliptos con luces envueltos en lonas.

Salió en la camioneta roja que su papá tuvo en la juventud —y que guarda como un tesoro—. En la que ella y sus hermanas viajaron tantas veces cuando eran niñas. Esta vez, en el volco iba Roma. Y ella, que siempre viajó allí, iba adelante, con Mateo, su compañero de travesías.

LA LOCACIÓN

Dos meses antes de ese 20 de enero, no tenía locación. Quería “un lugar que nadie hubiera visto”. Más un campo que una casa bonita. Más viento que paredes. Entonces, cuando conoció la finca El Embrujo, de Patio de Experiencias, el clic fue mutuo: allí contaría su historia.

Se imaginó una carpa, imponente y abierta. Que jugara con los pinos, que dejara a la naturaleza intervenir en la decoración. Que reflejara los gustos que tiene Mateo, el amor que ella siente por las montañas. Un tronco de madera con un “Bienvenidos. Ana y Mateo” escrito a mano saludaba a los invitados.

En los alrededores, el coctel. Mini salas para recibir a la gente: sofás, poltronas y mesas en madera rústica. El aura del bosque,  los caballos con coronas de flores, las velas, las piedras, las raíces y la música country-moderna encantaron la tarde.

LA FIESTA / HORA LOCA

Para acompañar los sabores de La Provincia y la torta negra que hizo la abuela de Ana, estuvieron Los Brillantes. Abrieron la pista de baile con Pescaíto, de Carlos Vives y, después, dejaron los ánimos al mando de dj Juanjo, que bien supo subirlos. Más tarde llegó el Mono Villa. Luego, para cantar al unísono ¡Ya llegó el 20 de enero, la fiesta en Sincelejo! entró una comparsa llena de color y alegría. Para repetir —una vez más— que era la celebración de ellos dos y de nadie más, Juan Correa cantó guasca. Mateo y Ana cantaron guasca, que tanto les gusta. Todos los invitados terminaron cantando guasca al son de chicharrones, chorizos, arepas y patacones de El Rancherito. Por supuesto, Valeria Duque y Mateo Soto, de VDF, se encargaron de congelar cada momento, cada corona, cada baile, cada abrazo, cada grito de euforia.

LO MÁS DIFÍCIL

Tomar decisiones. Saber qué le gustaba y qué no. Elegir una opción definitiva. Imaginar que todo lo que quería: caballos (campestre), carpa (romántico), música country (rústico) combinara bien. PD: en realidad, combinó de maravilla. Juzguen ustedes mismos por las fotos.

TAILANDIA - SINGAPUR - BALI

Elefantes, playas de arenas tranquilas, mares de azules profundos. Tres destinos. Una luna de miel. Muchos recuerdos. Más historias. Un amor de varios amores: a la vida entre montañas, a los animales, al campo. Felicitaciones, Ana. Felicitaciones, Mateo. ¡Qué sus universos sigan conectados por la naturaleza del amor!

ESTE TEXTO FUE ESCRITO POR JULI LONDOÑO PARA LLM.

(EN INSTAGRAM LA ENCUENTRAN COMO @CARECOCO). HERMANA DE PABLO, DE SANTIAGO, DE FELIPE. PERIODISTA, ENAMORADA DE LAS LETRAS HECHAS LIBROS, HISTORIAS, VIAJES, CANCIONES DE SABINA. SU FIRMA TIENE –SIEMPRE– UN ESPACIO EN LAS PÁGINAS DE ESTA LIBRETA MORADA.

CRÉDITOS

  • Iglesia: El Tablazo.
  • Recepción: Patio de Experiencias, finca El Embrujo.
  • Fotografía: Valeria y Mateo, para VDF.
  • Video: Moviola.
  • Vestido y accesorios de la novia: Luisa Nicholls.
  • Traje del novio: María Zuleta.
  • Maquillaje: Adriana Pérez.
  • Peinado: Dora Cortés.
  • Diseño y planeación: Julián Posada.
  • Decoración iglesia: Jabalinas.
  • Comida: La Provincia.
  • Postres: La Provincia; torta (abuela de la novia).
  • Invitaciones: María José Jaramillo (hermana de la novia).
  • Vestidos pajecitos: Zara y Puma (los tenis).
  • Música: misa (Sandra Moore), coctel (The Oldogz), comida (Los Brillantes), rumba (dj Juanjo, Mono Villa, Juan Correa).
  • Hora loca: coronas de flores diseñadas por Luisa Nicholls; comparsa a cargo de La Polilla.

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