Primero fueron los postres, después las tortas. Con ellas descubrió un talento artístico que creía perdido desde el colegio: la habilidad para moldear escultóricas figuras en mazapán y personalizar sus tortas, hacerlas únicas. Basta darle un vistazo a su cuenta de Instagram para apreciar lo que puede lograr. Al principio sola, ahora con un equipo de cinco personas.

Esa fortaleza, la personalización, es su carta para los matrimonios. Nunca hace una torta o una mesa de postres sin antes reunirse con los novios, sin conocer, por ejemplo, cómo va a ser la decoración, para no desentonar.

Está presente en la prueba de sus preparaciones para saber qué les gusta o si un producto lo quieren con más o menos dulce, más ácido o más suave. Sus creaciones son a la medida. 

La estrella en sus mesas de postre es la copa shot. Con cheesecake de frutos rojos, maracuyá, limón, lulo, cookies and cream, arequipe, amareto o baileys. También otras delicias en versión mini: alfajores, brownies, milongas, creme bruleé, churritos con arequipe, trufas de bizcocho de novia y pavlovas. ¿Torta o bizcocho? Sara no entra en ese dilema y confiesa que hoy todo se vale. Así, el bizcocho puede tener la compañía de sus tortas de chocolate con baileys y café, de macadamia con chocolate blanco y de amapola con frutos rojos o maracuyá.

De dulce, de amor, de creatividad. De moldear ideas y hacerlas realidad. De sorprender en momentos inolvidables. De todo eso está hecho Peccato. Y de detalles, de cuidar hasta el más mínimo. El transporte, por ejemplo. “No pite, torta a bordo”, se lee en el carro de Sara. En el aire y en la vía, ahí va la tentación.