Su estilo es sobrio, elegante, campestre, natural, verde. Lo simple es el foco. Está convencida de que “Dios está en los detalles” y aunque no tiene plantillas ni estándares porque cada pareja es un método, sí se esfuerza porque lo que esté puesto haga parte de una experiencia. Por eso conversa mucho con los novios, se interesa por conocerlos: ¿qué se imaginan, qué les gusta, qué disfrutan, con qué presupuesto cuentan? Es maleable, se acomoda a la esencia de ellos. Crea un folder donde “escribe hasta la risa”. En él dibuja, pega referentes, hace planos; una especie de collage donde además de todos los proveedores y aspectos clave, está la sensibilidad de sus clientes que, en definitiva, terminan siendo sus amigos.

Es cercana, dulce, nunca le falta el mensaje de WhatsApp en las fechas bonitas. Mariana se ha casado más de 80 veces. Así lo experimenta. Así lo vive: cada que organiza un matrimonio intenta pensar, sentir, respirar como si ella fuera la novia. Se goza el proceso, el día. Sonríe, se da el gusto de soltar una que otra lágrima. Deja que el alma por dentro le baile. Durante la ceremonia, como un ritual sagrado, agradece que todo vaya saliendo según lo planeado, lo esperado. Se queda hasta el final de la fiesta y al otro día se levanta feliz y ansiosa para finalmente leer un mensaje que la hace más feliz: que todo fue más de lo que imaginaron. Entonces, lo sabe: no es la novia, pero como si lo fuera.