La experiencia que propone Malakita a sus clientas es la de entrar a su propio clóset. Tomarse el tiempo para recorrerlo a su antojo y recibir una asesoría personalizada. Ahí está Diana para escucharlas, para aconsejarlas. Qué están buscando, cómo es el evento, qué quieren, qué les gusta y qué no son preguntas que aparecen en ese primer filtro. Interpreta el estilo de cada clienta, mira su cuerpo y las invita a probarse las prendas sin miedo, sabiendo que nada pierden con intentarlo. Muchas veces saca su as bajo la manga, esa pieza que su experiencia y sensibilidad le dictan que es la indicada. Y acierta.

En cada mujer que la visita, Diana tiene el reto de hacer que se vaya feliz, tranquila y confiada con su elección. Que se sienta la reina de la fiesta.

Renovar es un verbo que se conjuga en Malakita. Dos grandes colecciones se presentan al año. 

Es Diana la encargada de viajar y elegir cada una las piezas. Tiene en cuenta las tendencias, pero también apuesta por prendas básicas, versátiles, fáciles de combinar, perdurables en el tiempo.

Son más los verbos: sorprender, con los accesorios. Limpiar, pegar, pulir, coser, arreglar, acciones que se traducen en vestidos y zapatos siempre en perfecto estado. Y compartir: por eso muchos vestidos y calzado, cuando cumplen su ciclo, son donados a fundaciones que celebran a niñas su fiesta de quince años.

Fachadas de vidrio, casetones a la vista, pisos y paredes blancos. Y un aroma, propia de Malakita, amaderada pero suave. Exclusividad y sobriedad, eso evoca. Una sensación fresca, limpia, tranquila. Que invita a estar. Y a querer volver.