En contra de todo pronóstico —de lo que su papá, un profesor de física y matemáticas querían para él, de los varios profesores que le dijeron que no se dedicara al vestuario de novias, de los obstáculos que le ha puesto la vida— Guillermo ha logrado posicionar una marca, ha logrado construir su propio taller y su propio equipo, ha logrado mostrar su inspiración y talento en pasarelas de Colombiamoda. Ha logrado ser lo que él mismo ha hecho de sí mismo: un autor del diseño.

Guillermo tiene muchas particularidades: es capaz de hacer vestidos sin sacar moldes y le quedan exactos, a la medida. En la universidad se ganó el título de ‘diseñador de vestidos de novias’. Su alma gemela es Ana Francisca, su abuela de 104 años quien ha sido parte importante en su inspiración. No cambia por nada una salida a bailar o una arepa de huevo. Alegre, extrovertido, conversador, fresco, su personalidad arrolladora deja huella en sus diseños, también encantadores.

Aún diseña vestidos para novias con la misma pasión con la que diseñó aquel primero con 16 metros de encaje italiano. Y vestidos  de fiesta o coctel, con el mismo detalle con el que diseña los de novia. Sin embargo, su foco ahora son esas prendas cotidianas y versátiles inspiradas en el mundo de las bodas. Camisas, faldas, vestidos. El blanco predomina. La sensualidad atrapa. La feminidad sobresale.

Desde los empaques —cajas blancas selladas, prendas cubiertas con papel seda, postales contra marcadas, sellos en cera— hasta la atención que él brinda —trata a todas sus clientes como se tratan a las novias: las consiente, las mima, les da gusto, las hace sentir especiales—, Guillermo ha impuesto un sello personal. Un sello que le emociona ver retribuido en lágrimas de felicidad, en abrazos, en sonrisas sinceras. Un sello que, seguramente, verá en pasarelas de Nueva York, París y Milán, como sus sueños lo anhelan y sus vestidos lo esperan.