Mil vestidos de mujeres. 500 de hombres. Una marca con 19 años de experiencia. Todo está aquí, todo lo que necesitan los invitados, las invitadas y el novio. Incluyendo el servicio estrella de Gloria Peláez. Una mujer que sabe responderle a la vida: cuando le ha puesto trabas, ella le ha ofrecido soluciones y en su defensa, puede decir que nunca ha retrocedido sus huellas. La espontaneidad y la frescura están de su lado y quizás ese haya sido el secreto para no desistir, aunque antes, años atrás, —cuando le cerraron las puertas en los tres sitios en los que estaba su negocio— ese parecía el destino.

Siguió, porque desistir no era opción, estaban Manuela y Sofía, sus hijas, como motores suficientes. Siguió y hoy sigue, más descomplicada que siempre, dándole la talla a la marca que ha sabido posicionar con tanto aliento.

Siempre está a la vanguardia —y un paso más— y cómo no, si lleva más de una década descifrando lo que buscan las personas cuando van donde ella.

Para no perder el rumbo, hay que contar que su afán no es alquilar; su interés, mejor, es asesorar, dar opciones (conoce de memoria lo que está exhibido), leer el gusto del cliente, lograr que se transforme cuando tiene el traje puesto.

Ella misma fue cliente. Porque esta historia empezó cuando Gloria —siempre adelantada en el tiempo— en vez de mandar a hacerlo, como se acostumbraba, alquiló un vestido y supo que después sería una de las pioneras, de las expertas de este cuento en Medellín. Hace poco renovó los vestidos y remodeló su almacén con un look moderno, para que todo estuviera en sintonía. Y como suele ir un paso más allá que todos los demás, hizo lo que tenía que hacer: consentir al otro personaje de esta historia que a veces parece olvidado. Consentir al novio: darle la opción de alquilar —en vez de comprar— un traje exclusivo, muy bien elaborado y a la vanguardia de la moda. Un traje de lujo que también lo haga sentir protagonista en su día.