Sara + Santiago

“Si es para toda la vida, ¿por qué tener afán?”. Esta es la premisa de vida de Santiago y es, también, la frase que resume esta historia de amor. Un viaje que desde el principio llevaba la bandera de la paciencia, porque el amor verdadero sabe esperar. Y solo esas almas que saben que su destino es estar juntas comprenden que el amor toma tiempo y que llegar al altar no es el final de una carrera, sino el comienzo de la eternidad.

UNA FOTO, UNA LLAMA

La primera vez que Sara y Santiago salieron a comer fue después de meses de hablar por Facebook. Eran conversaciones largas, pero intermitentes por los afanes del día y las ocupaciones de cada uno. Sara no tenía un interés particular en Santiago, estaba soltera y quería continuar así. Le gustaba conversar con él, se reía y se sentía cómoda, pero jamás se imaginó que Santiago sería el hombre con quien, 7 años después, llegaría al altar. Él, por su parte, sí sabía que Sara sería la mujer de su vida. Desde que la vio en una foto de una amiga que tienen en común sintió esa energía que vibra por dentro cuando nos atrae lo desconocido, sin explicaciones, sin motivos. Ese llamado que nace en algún lugar del corazón y que nos impulsa a hacer lo impensable, con la certeza de que algo bueno ocurrirá. Y así fue. Santiago agregó a Sara a Facebook y ahí comenzó, sin que ellos supieran, esta historia de amor y, como dice Sara, de paciencia, de mucha paciencia.

El 5 de octubre de 2014, se encontraron en un evento muy famoso de Medellín, el Breakfest, un espacio donde la música, la comida y la rumba se unen desde muy temprano para ser testigos de cosas mágicas, como el primer beso entre Sara y Santiago, que ocurrió justo allí, cinco meses después de su primer contacto y siete años antes del beso definitivo en el altar, donde se prometieron amarse y respetarse para siempre, nuevamente bajo una tarde soleada con música, comida y sus seres más queridos como espectadores.

Pero para capturar este momento, bajo el lente de Camila Giraldo, tuvieron que pasar varias cosas: muchos viajes juntos, con amigos y en familia, conversaciones sinceras en cenas románticas, momentos de alegría, también de tristeza, como la muerte de la mamá de Santiago; infinitos planes y búsqueda de apartamento, una pedida de matrimonio súper inesperada y una pandemia. Lo mejor de la vida, sin duda alguna, no tiene fecha de vencimiento. 

UN VIAJE, MUCHOS VIAJES

Sara es una mujer creativa y alegre, acelerada. Quiere que las cosas ocurran ya. Por eso, a los dos años de estar con Santiago empezó a soñar con la propuesta de matrimonio, con el anillo, con ese instante en que lo miraría a los ojos y le diría “Sí, acepto”. Pero la vida nunca ocurre como la imaginamos, y ese es el ingrediente más emocionante, el que hace tan valioso cada segundo, porque no sabemos qué nos espera. Vivimos en un eterno descubrimiento de situaciones, de sensaciones, de personas, de momentos y de ideas. Y aunque ya sabía en su corazón que Santiago era el amor de su vida, y tenía la certeza de que ella era el de él, a veces la invadía la ansiedad y el anhelo de ese momento tan esperado para una novia.

Santiago tiene el don de la paciencia, es más metódico y organizado, le gusta hacer planes, pero no se afana en que salgan de inmediato adelante. Nunca dudó de que Sara y él se casarían, convencido de que lo más importante no es la fecha de una boda, o la forma de pedir matrimonio, sino la naturaleza de sus sentimientos y la confianza en esos lazos que se han construido con el tiempo. Que son para siempre.

Hoy Sara se ríe cuando mira atrás y recuerda esos viajes que hacían juntos donde lo más importante para ella era tener las uñas arregladas, por si acaso. En muchos lugares y ciudades se imaginó dando el sí, tomándose la foto con sus uñas impecables y un anillo de compromiso para mandarles a su familia y amigas, pero muchas veces la vida le dijo a Sara – ten paciencia-.

En enero del 2020, cuando la vida aún era normal y no sabíamos lo que se nos avecinaba, ni que todos nuestros planes cambiarían de forma definitiva, ni que no habría lugar para las certezas, mucho menos para planear bodas, Sara y Santiago se fueron de viaje -otro- para San Andrés con un grupo de amigos. Y de repente, como si el maestro de la vida de Sara de nuevo quisiera darle una lección, aunque Santiago ya tenía el anillo listo para sacarlo en la isla, un amigo creó un grupo de WhatsApp para contarles a todos los que iban al viaje que iba a pedirle matrimonio a su novia y que necesitaría la ayuda de todos para hacer la sorpresa aún más emocionante. Santiago, sin decir nada, decidió esperar, pues no quería quitarles protagonismo a sus dos amigos. Para él, administrador de negocios y empresario, esto no significó un obstáculo porque sabía que ya estaba listo y que era solo cuestión de días para pedirle la mano a Sara. Como en los grandes negocios, simplemente había que esperar, tener paciencia y actuar con prudencia.

Para Sara este fue un momento un poco más amargo. Aunque estaba feliz por el compromiso de sus dos amigos, seguía soñando con ser ella quien le decía sí a su novio de tantos años. Sintió miedo y hasta llegó a pensar que algo estaba mal, pero el amor y la ternura de Santiago le devolvieron la esperanza de que su día llegaría; además, la vida la estaba preparando para algo mucho más importante, donde de verdad se pondría a prueba su paciencia: planear una boda en medio de una pandemia, que llegaría casi un año y medio después del tan anhelado anillo de compromiso.

UNA NOCHE COMO CUALQUIER OTRA

Y como el amor verdadero se mantiene de pie y no necesita de reglas, protocolos, horas ni fechas específicas para manifestarse, Santiago invitó a Sara un sábado cualquiera a pasar una noche en la finca de su papá, quien había salido de viaje. A Sara no le pareció raro, pues es un lugar al que van mucho donde descansan y comparten en familia. Lo que le llamó la atención fue que ese día había plan para ir a jugar bolos con todos los amigos, aunque tampoco se ilusionó. Si el anillo no había llegado en los viajes de destinos más exóticos, no iba a llegar esa noche del 28 de febrero del 2020 en la finca. De nuevo la vida, otro aprendizaje: la belleza de lo extraordinario está en lo común.

Llegaron a la finca con unas compras que habían hecho para cocinar. Es un plan que han disfrutado siempre, los une un buen vino, un plato de pasta y el sueño de ir a Italia juntos. Mientras preparaban la comida, Santiago se acercó a Sara y le dijo que le quería mostrar algo. De su maleta sacó un álbum de fotos de ellos, las que se habían tomado hasta ese momento en todos los espacios compartidos. “Un detalle muy lindo”, pensó Sara, pero no entendía muy bien a qué se debía ni por qué en ese instante. Se sintió confundida, más todavía cuando Santiago le dijo que le tenía un regalo, pero que se lo daría al día siguiente, pues notó su alegría y también su pequeña decepción por no ser ese regalo que ella esperaba.

En el fondo, él tampoco sabía muy bien cómo hacerle la propuesta, se sentía abrumado por la ansiedad de pedirle a Sara que se casara con él, por la alegría que eso significaría para ambos y para las personas que eran testigos de su relación, también tenía miedo de no hacer una sorpresa lo suficientemente emotiva para ella, pero al final todo ocurrió como ocurren las buenas historias, de manera espontánea e inesperada, como una hoja en blanco cuando empieza a llenarse por las palabras de su autor, sin saber muy bien a dónde los llevaría la vida, pero convencidos de que caminarían juntos y navegarían en cualquier océano sin un destino de llegada, porque lo más importante era el punto de partida.

Salieron el domingo a caminar y Sara esperaba el anunciado regalo, tomaron el sendero de la finca que los lleva hacia una montaña que tiene una vista espectacular, a la que habían ido miles de veces, pero que seguían disfrutando como el primer día. Y entonces así, rodeados de un verde sublime, de la naturaleza del oriente antioqueño, en un sitio conocido y en el que habían compartido miles de palabras y de sonrisas, Santiago le dijo a Sara que tocara su bolsillo, y ahí el corazón se le detuvo por un instante, ese nanosegundo que le tomó estirar su mano hacia el bolsillo del pantalón de su novio fue eterno para ella, pero revelador: sintió la cajita inconfundible que contenía el anillo y comenzó a llorar de felicidad. Se abrazaron y Sara entendió que los sueños se manifiestan de múltiples formas y que eso es precisamente lo que los hace auténticos y propios. Ahora sí, llegó el momento de planear la boda…

3 FECHAS, Y UN AÑO Y 4 MESES DESPUÉS

El 2020 fue un año que partió en dos la historia reciente. Y ese cuento ya todos lo conocemos y comprendemos lo angustiante que fue hacer cualquier plan durante ese año. Los novios que querían llegar al altar, como Sara y Santiago, tuvieron que ingeniárselas para poder hacer el matrimonio de sus sueños, sortear dificultades, esperar que el gobierno terminara el confinamiento que cada semana aumentaba, soñar en medio del temor a contagiarse de covid-19, pensar en cuántos familiares, sobre todo adultos mayores, no podrían asistir, hacer recortes en el presupuesto, pues no era el año para tirar la casa por la ventana, lidiar con la incertidumbre de “¿Será que nos van a volver a encerrar?”, eso sumado todo lo que implica planear una boda.

Pero Sara y Santiago, que ya habían esperado lo suficiente, continuaron planeando su sueño, decidieron hacer una boda que reflejara la esencia de lo que ellos son y de sus gustos compartidos. Además, incluyeron un criterio de economía colaborativa para apoyar emprendimientos de amigos y conocidos pues en un año tan duro querían, no solo cumplir su sueño, sino ayudar a que los sueños de los demás siguieran creciendo. Fijaron la primera fecha para el 17 de octubre de 2020, un mes especial para ellos por su aniversario de novios, sin embargo, con tantas restricciones y tanta incertidumbre la movieron para el 21 de marzo del siguiente año.

Durante este tiempo, la ansiedad se apoderó de nuevo de Sara,  quien no veía la hora de llegar al altar y bailar toda la noche en la fiesta de sus sueños. Para entretenerse y hacer más llevadera la espera, tiñó todas las servilletas que usarían en la comida la noche de la fiesta. Caro Chica, amiga y cuñada de su esposo, fue su cómplice y apoyo en el diseño de la decoración, que incluyó rosas rosadas y ranúnculos anaranjados, faroles de mimbre, recipientes en barro, candelabros dorados, botellas de vidrio, velas de color rojo y caminos de mesa terracota sobre las mesas. Un ambiente otoñal que asemejaba la escena del día de la pedida de mano, con muchas hojas, mucho verde. Lo cálido y lo sencillo como fórmula ganadora. Por supuesto, también las servilletas color mostaza teñidas meses antes a manera de terapia y meditación mientras llegaba el día. No fue tampoco el 21 de marzo. Por diferentes motivos la boda se aplazó para el 6 de junio del 2021. Y ese día por fin llegó.

Sara llegó al altar de la mano de su papá. Caminaba con la sonrisa de los que saben por dónde y hacia dónde caminan, provocada por esa emoción que le daba ver a Santiago de lejos esperándola al pie del cura que iba a sellar su unión. La ceremonia fue pura felicidad, atrás quedaban la ansiedad por la espera, las dudas que en algún momento llegaron a dañarle la cabeza, el tiempo ya no parecía tanto, pues esos siete años de amor estaban intactos, más que nunca y con la convicción de ser muchos más y para siempre.

Llegó la hora de bailar y comenzar la fiesta. Sara y Santiago tenían muy claro que querían abrir la pista de baile con una canción de reggaetón, no querían nada lento ni romántico. Tampoco bailar en pareja. Querían algo muy movido y alegre, espontáneo, que motivara a los invitados a unirse a la pista y empezar la rumba. La cena incluía dos tipos de pastas con tres salsas a elección y una opción vegetariana. Una mesa de postres a cargo del papá de María Susana, una de las mejores amigas de Sara, y gelato de Amoracuyá. Todo muy italiano, en honor al país favorito de los novios. Por medidas de bioseguridad, la fiesta solo podía ser hasta las 12 de la noche. Sara, rendida, se durmió a las 10 no sin antes cumplir su último deseo: pedir pizzas para todos los invitados que ya estaban con varios tragos encima y cansados de tanto bailar.

Se durmió y al día siguiente amaneció siendo la esposa de Santiago Echeverri, su sueño se había cumplido, la espera había valido la pena. El tiempo no para de correr, aunque en el reloj veamos los minutos como una espiral eterna, aunque en el transcurso de la vida creamos que falta demasiado para llegar, para alcanzar, para cumplir. Esta historia es una muestra de que aquello que está destinado a ser: es. El amor siempre se abre camino y, como en todo, hay que dejarlo fluir, navegar con las velas bien amarradas, recordar que cada milla recorrida es un logro, que nadie puede arrebatarnos lo que hemos construido, ni mucho menos el amor que hemos sentido, el amor que hemos dado. Este es el verdadero felices para siempre, estar vivos y estar juntos.

Solo esas almas que saben que su destino es estar juntas comprenden que el amor toma tiempo, que llegar al altar no es el final de una carrera, sino el comienzo de la eternidad
ESTE TEXTO FUE ESCRITO POR AMALIA URIBE PARA LA LIBRETA MORADA.
AMANTE DE LA LECTURA. EXPLORADORA DE LIBRERÍAS Y BIBLIOTECAS. EN INSTAGRAM LA ENCUENTRAN COMO @UNLIBROPORDIA1, DONDE ESCRIBE SUS EXPERIENCIAS CON LOS LIBROS. COMUNICADORA SOCIAL-PERIODISTA DE LA UPB Y MAGÍSTER EN ESCRITURAS CREATIVAS, DE EAFIT. SE CASÓ DE VESTIDO ROJO Y TIENE UN PERRO QUE SE LLAMA GABO. VIAJERA. FEMINISTA. SENSIBLE, PERO NO LLORONA. OBSESIONADA POR AUSTRALIA. TANTO, QUE LLEVA SU MAPA TATUADO EN LA PIEL. 

CRÉDITOS

  • Iglesia: La Purísima Concepción.
  • Wedding planner: Santiago Ruiz.
  • Fotografía: Camila Giraldo.
  • Video: Ancla Films.
  • Vestido de la novia: Luisa Nicholls.
  • Zapatos de la novia: Jessi Caballero.
  • Accesorios de la novia: Zawadzky.
  • Maquillaje y peinado: Camilo Patiño.
  • Traje del novio: Mon & Velarde.
  • Zapatos del novio: Aldo.
  • Decoración y ramo: Caro Chica.
  • Comida: Selecta.
  • Postres: Amoracuyá, Felicidad, y el papá de mi mejor amiga.
  • Invitaciones: digitales, diseñadas por la novia.
  • Anillos: Intercontinental y Mauricio Ángel.
  • Vestidos pajecitos: H&m y Zara
  • Música: Guillermo Garcés – Dj Juanjo.

Comentarios

  • Laura Sánchez 22-10-2021 16:10

    Divino! Felicitaciones. Donde fue la locación?

  • (57) 315 383 6348 + (57) 310 549 0848 info@lalibretamorada.com

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