La de Christian y Juanita fue una celebración espontánea y desenvuelta. Quisieron hacerle un homenaje al amor en todas sus manifestaciones: por la pareja, por los amigos, amor por el cuerpo, el trabajo, por la naturaleza. Fue una fiesta para todos, porque todos tenemos algo que amar. Una ceremonia de fórmula simple en la que replicaron a gran escala su poderoso ritual cotidiano: la conversación.
NUESTRO MEJOR LUGAR
Christian y Juanita aman las historias. Las suyas están llenas de detalles tan sutiles como la canción que sonaba en un bus cuando recorrieron México, el cariño de una familia que los hospedó en Necoclí, la textura del bote en el que Christian le pidió matrimonio, el color de aquella tarde. La cuenta la llevan de sus andanzas, de lo que han aprendido juntos, de las personas que conocieron en sus viajes y de esas comidas raras que probaron, las que tal vez Juanita nunca se hubiese atrevido a probar sola.
Por eso en su casa, en lugar de fotos, hay objetos y artesanías que les recuerdan esos pequeños tesoros. Archivos que aún no tienen formato para el móvil, pero que por fortuna guardan muy bien la memoria: un abrazo, la sensación de paz que evocan algunos lugares y personas.
En Juanita hay fuerza, elocuencia, determinación. Es acelerada y explosiva, pero ha aprendido de Christian a detenerse y dejarse sorprender por los regalos cotidianos, a disfrutar lo simple de cualquier momento, o como ella lo dice, a acercarse de nuevo a su niña interior. Él, que es más introvertido, ha descubierto junto a ella lo generoso que puede ser el amor, lo innecesario de algunos escudos.
También hay mucho que han construido juntos, como el gran poder de la conversación, ese que cultivan desde sus años de amistad y con el que han entendido que se puede ser honesto y directo, pero también suave y empático. Entre ellos, como entre los grandes amigos, se abordan sin miedo hasta los temas más difíciles: los celos, los miedos, los vaivenes de las finanzas, las inseguridades. Cada uno sabe que puede desnudarse frente al otro porque ahí está a salvo. Conversan siempre, al desayuno o a la cena. Conversan para descubrirse, para cuestionarse, para cuidarse.
Todas sus historias, incluso las que fueron amargas, se sienten llenas de luz, porque hablando cuelan las astillas y el rencor, separan para conservar lo valioso. Por esa confianza que se tienen, como narradores de su propia historia, decidieron que serían ellos mismos quienes oficiarían su ceremonia. Y lo hicieron simple, replicando a gran escala su poderoso ritual cotidiano: la conversación.
Un momento menos rígido y más espontáneo, como una charla entre amigos, en la que todos pudieran participar, en la que todos tuviesen que ver, porque en su historia todos tienen su lugar, su motivo. El suyo, entonces, fue uno conversadito: con derecho a equivocarse, a llorar, a reírse a carcajadas.
EL AMOR CRECE AUNQUE NO TENGA NOMBRE
Se conocieron en el primer semestre y durante un año y medio compartieron clases, tardes en la biblioteca, paseos a fincas, integraciones y mucho bullying. Esa simple cotidianidad de la universidad fue tejiendo de a poco una particular complicidad entre ellos, algo que crecía a sus espaldas, una poderosa fuerza sin nombre, o con el nombre provisional de amistad, que es también una forma del amor.
Un contratiempo en la matrícula del tercer semestre hizo que sus horarios se trocaran. Ya no se veían en clase y Christian comenzó a extrañarla con una intensidad inusitada, distinta. Pensaba en el movimiento de sus manos cuando hablaba, en el gesto que hace justo antes de reír. Pensaba en Juanita y la extrañaba, como si la distancia le hubiese revelado lo cerca que estaba de ella.
Como buen emprendedor, las estrategias no se hicieron esperar: invitaciones a comer, clases de salsa para llevarla a bailar, visitas rápidas en la portería de la unidad. Y entre ellos algo seguía creciendo. Una vez la invitó a una finca con su familia, y como a Juanita le pareció muy extraño que solo fueran ellos dos, él se encargó de invitar a todos los amigos de la universidad. En la finca, luego de soltarse con unos guaritos, Christian le confesó lo que ya era evidente.
Continuaron saliendo unos meses y de repente el amor, que tanto cambia de forma, ya no era una amistad, o al menos no era solo eso y ambos así lo sentían. Y aunque a veces el amor no necesite ser nombrado, llamarlo de algún modo es darle su lugar, es confirmarlo. Después de un primer no, confuso e inesperado para Christian, el 3 de marzo de 2012, Juanita le escribió una carta a mano diciéndole que le gustaba más que las hamburguesas (que le en-can-tan). Que si quería ser su novio.
DOS VIAJES: PERÚ Y UNA PANDEMIA
En el lago Titicaca, en Perú, se encuentran las islas flotantes donde habita la comunidad indígena de los Uros. Estas islas artificiales están hechas del tejido de la planta totora. Y aunque parecen ser siempre las mismas, lo cierto es que, desde hace cientos de años, la comunidad se reúne cada mes para tejer con sus manos una nueva capa de totora seca para mantenerlas a flote.
Fue en este antiguo y mágico lugar, el 10 de octubre de 2019, luego de dos años de amistad y siete de noviazgo, donde Christian le propuso a Juanita que se llamaran esposos, que se casaran. Que celebraran que, al igual que las islas, su amor seguía tejiéndose y renovándose.
Ese día la comunidad de los Uros celebró en honor de la pareja su ceremonia tradicional de casamiento. Tocaron para ellos música, los vistieron para la ocasión y un atardecer inolvidable acompañó el relato que conjuraba su unión.
Terminaron un viaje por Perú en el que Juanita no dejó perder oportunidad para contarle a todos, viajeros y locales, que se iban a casar y en el que Christian aprovechó toda ocasión para llamarla “mi esposa”.
Estaban tan felices que nunca imaginaron que en Medellín los esperaba la noticia de una pandemia, que tendrían que aplazar dos veces la boda, que el distanciamiento y el encierro harían de su casa una pequeña isla. Pero una vez más, comprobaron que si están juntos, nada puede salir mal, que el mundo junto al otro se ensancha y hasta lo más simple parece lleno de novedad.
UNA CELEBRACIÓN EN TRES MOMENTOS
Cuando viajan solo reservan hotel para la primera noche. Dejan que el ritmo del viaje lo marque la aventura, no el calendario ni un itinerario programado. Del mismo modo, en su boda no quisieron un minuto a minuto estricto que limitara el tiempo para los abrazos, o para tomarse una foto o un aguardientico de más.
La inspiración fue simple y elemental. Ellos querían generar la menor cantidad de residuos posibles y, por eso, durante la pandemia, todos sus familiares y amigos les enviaron a su casa las botellas de vino, que después serían reutilizadas y acompañadas de follaje para convertirse en la materia prima de la decoración.
Juanita lució un vestido al que le dio su toque personal: unos flecos bohemios. Cuando Christian la vió, no pudo contenerse y dio gracias de que no hubiese protocolos, ni tuviese que esperar para besarla.
El matrimonio fue, en lugar de una ceremonia solemne, una verdadera celebración del amor: espontánea y desenvuelta. Ellos quisieron hacerle un homenaje a todas sus manifestaciones: a la pareja, a los amigos, al amor por el cuerpo, al trabajo, a la naturaleza. Fue una fiesta para todos, porque todos tenemos algo que amar.
Ni siquiera el momento para las fotos se programó, aunque no fue un problema para que Susana de la Calle capturara en imágenes la felicidad del encuentro, que tuvo como escenario a Granate Eventos, con su gran salón para la fiesta y una zona verde, al aire libre, para el ritual. Este, como lo soñaron, fue una gran conversación entre amigos, guiada por Juanita y Christian, dividida en tres momentos:
Primer momento: gratitud.
Desde la invitación este sentimiento se hizo presente. Los novios se tomaron el tiempo de escribir un mensaje personalizado para cada uno de los 170 invitados. Para agradecerle a cada uno, a cada amiga, a cada tía, la celebración de sus particularidades.
El día del matri, ellos mismos los recibieron, haciéndolos sentir como en casa, expresándoles la alegría de contar con su compañía, de tenerlos cerca. También, para quien tuvo deseos de agradecer algo, hubo micrófono.
Segundo momento: el brindis, los votos, los chistes.
Ellos se conocen muy bien. Saben cuántos kilos aguanta cada uno en su maleta. Saben que Christian es mejor para las fechas, que Juanita puede exponer en clase sin mucha preparación. Así supieron que él sería el encargado de hacer la cronología de su historia, de contarla, y que ella haría los chistes, contaría las infidencias.
Varios invitados alzaron la mano y se animaron a narrar pequeñas historias de lo vivido con ellos. Hubo muchas risas y uno que otro brindis. Al final, cinco personas, previamente elegidas, hablaron del amor. La indicación era hacerlo libremente, porque no hay un libreto o manera correcta para hacerlo, para intentar desmenuzarlo, precisarlo… Y para concluir, Christian y Juanita compartieron sus votos. Su intento por poner en palabras todo su amor (vayan por favor hasta abajo para ver el video).
Tercer momento: la fiesta.
Bailaron toda la noche. Bailaron tanto que hasta se olvidaron de tomar. La embriaguez era de felicidad, de ver a sus familias, amigos, personas cercanas celebrando el amor, bailándolo. Sonaron todas las canciones que Christian y Juanita guardan en la playlist de su relación. En el clímax de la fiesta, los papás de los nuevos esposos se disfrazaron de sacerdotes: repartieron guaro, bendiciones y hasta casaron a más de uno.
“Este es nuestro tiempo amor, nada lo podrá evitar”, dice el coro de la primera canción que bailaron, y por algo será. Ni la pandemia, ni un año separados cuando eran novios, ni la ocupación en sus emprendimientos, ni las pérdidas familiares, ni las económicas... Nada lo ha podido evitar.
Juanita y Christian: que su historia se siga tejiendo con cada viaje, con cada ritual cotidiano que comparten. Que la playlist de sus canciones no pare de crecer, que sigan haciendo de lo simple una celebración, y de la conversación su lugar seguro. Este es su tiempo, nada lo podrá evitar.
Por esa confianza que se tienen, como narradores de su propia historia, decidieron que serían ellos mismos quienes oficiarían su ceremonia. Y lo hicieron simple, replicando a gran escala su poderoso ritual cotidiano: la conversación
Lago Titicaca, islas de los Uros. Fue en este antiguo y mágico lugar, el 10 de octubre de 2019, luego de dos años de amistad y siete de noviazgo, donde Christian le propuso a Juanita que se llamaran esposos, que se casaran. Que celebraran que, al igual que las islas, su amor seguía tejiéndose y renovándose
Juanita lució un vestido al que le dio su toque personal: unos flecos bohemios. Cuando Christian la vió, no pudo contenerse y dio gracias de que no hubiese protocolos, ni tuviese que esperar para besarla
La inspiración fue simple y elemental. Ellos querían generar la menor cantidad de residuos posibles y, por eso, durante la pandemia, todos sus familiares y amigos les enviaron a su casa las botellas de vino, que después serían reutilizadas y acompañadas de follaje para convertirse en la materia prima de la decoración
Como narradores de su propia historia, decidieron que serían ellos mismos quienes oficiarían su ceremonia. Y lo hicieron simple, replicando a gran escala su poderoso ritual cotidiano: la conversación. Conversan siempre, al desayuno o a la cena. Conversan para descubrirse, para cuestionarse, para cuidarse
Bailaron tanto que hasta se olvidaron de tomar. La embriaguez era de felicidad, de ver a sus familias, amigos, personas cercanas celebrando el amor, bailándolo
En el clímax de la fiesta, los papás de los nuevos esposos se disfrazaron de sacerdotes: repartieron guaro, bendiciones y hasta casaron a más de uno
Juanita y Christian: que su historia se siga tejiendo con cada viaje, con cada ritual cotidiano que comparten. Que la playlist de sus canciones no pare de crecer, que sigan haciendo de lo simple una celebración, y de la conversación su lugar seguro. Este es su tiempo, nada lo podrá evitar
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Marta Cecilia Castro Zapata. 27-02-2022 11:02
Que linda historia. Mi diluvio de bendiciones. Que viva el amo!!!
Laura Marcela Soto Monsalve 27-02-2022 12:02
Ojalá algún día me case y pueda ver mi historia ahí plasmada, no soy de esas locas que comentan ni responden historias, peor si soy la loca que lee cada historia, enamorada del amor y que siempre está en silencio pero con los 4 ojos bien puestos para leerte. Hoy escribo porq me fascino todo lo de esta historia y quería simplemente decirte gracias por permitirnos vivir del otro lado esos matris