Romero y miel. Sonoro, dulce, aromático. Un buen nombre para un blog que celebra lo grande y lo pequeño: la comida, la decoración, los lugares bonitos, los personajes inolvidables, la vida simple y cotidiana. Por él -y sus redes (@romeroymiel)- conocí a Elisa, su creadora; bueno, también por una amiga (para mí) - familiar (para ella) que tenemos en común. Cuando el año pasado planeaba mi viaje a Nueva York, Eli me compartió sus recomendados de la ciudad donde vive desde hace seis años. Después vi sus stories en Tokio y le puse a disposición esta Libreta morada para publicar la historia de su viaje. Dijo sí.
Organizada y rigurosa, Eli dedica mucho tiempo a la planeación de su itinerario. Es su hobby. Hace un mapa en el que ubica restaurantes, almacenes, sitios turísticos, bares, parques… Todo previamente investigado, por supuesto. Esto le da la libertad para relajarse en el lugar, ser flexible y tomar decisiones de forma espontánea. Disfruta tanto el antes y el durante como el después de un viaje. Invierte horas en escribir y registrar todas las anécdotas –confiesa que tiene pésima memoria a largo plazo–, pinta detalles con acuarelas, arma un álbum con las mejores fotos y hasta edita un video con los momentos más memorables.
Al país del sol naciente Eli y su esposo viajaron atraídos por la comida, por ser el momento y la excusa perfecta para visitar un amigo colombiano y, además, por una curiosa razón: tachar de su lista de lugares por conocer esos destinos lejanos antes de que el paso de los años les quite los ánimos para meterse en un vuelo de 14 horas en clase económica. Por fortuna, aún falta mucho para que esto pase. A Eli mil gracias por compartirnos las notas y todas las fotos de su diario de Japón.
Por: Elisa, de Romero y Miel.
Japón es otro planeta. El idioma, la comida, las calles, los olores, la cultura. Todo se siente distinto. Es un vuelo largo -14 horas desde Nueva York- que se hace cortico por la expectativa. El jet lag al arribar es duro, pero manejable. La clave: hacer el esfuerzo de no dormirse al llegar al alojamiento e irse adaptando poco a poco al nuevo horario.
Cuando viajo me gusta concentrarme en conocer bien el destino. Vivirlo como si fuera un local. Me gusta ir despacio, no a las carreras tachando lugares de una lista de sitios turísticos donde hay que ir a tomarse una foto. Hay que visitar algunos, por supuesto, pero qué placer me da cuando descubro un recoveco inexplorado. Mi fórmula: combinar un lugar turístico, otro que no lo es tanto… y así. Si no logramos visitarlos todos, ¡no importa!, tenemos excusa para regresar.
Por eso, al planear el itinerario para explorar un país o una ciudad, suelo escoger pocos lugares para conocer. No quiero perder tiempo en el transporte de un punto a otro (con la empacada, recorrido y desempacada se va medio día del paseo), así que para un viaje de una semana elijo dos o tres sitios máximo. En Japón la elección fue fácil: escogí visitar Tokio y Kioto.
Acá les comparto todos los detalles que hicieron de este un viaje inolvidable.
Aeropuerto y estadía
Tokio tiene dos aeropuertos internacionales: Haneda y Narita. El primero, cerca de la ciudad; y el segundo, un poco más lejos; pero, al final, ambos funcionan. Por precio y horario, escogimos el vuelo que más nos convenía. Llegamos al aeropuerto de Narita un viernes a las 3:30 p.m. Desde allí hay varias opciones de transporte a la zona urbana, pero recomiendo tomar el tren JR Narita Express. El taxi es carísimo (aprox. USD 200) y toma mucho tiempo por el tráfico para entrar a la ciudad. El tren se tarda 60 minutos y es más económico.
Lo mejor es comprar de una vez una tarjeta “PASMO” o “SUICA” (da lo mismo). Se recargan en las estaciones y se pueden usar para pagar en el metro (tanto en Tokio como en Kioto), los trenes de cercanías, las máquinas dispensadoras y hasta en las droguerías.
Los hoteles en Tokio son caros y con cuartos mini, pero hasta el hospedaje más modesto debe ser sumamente limpio y cómodo ya que porque los japoneses son atentos a los detalles y extremadamente pulcros. Decidimos quedarnos en un Airbnb para tener un poco más de espacio y estar en una zona más residencial que pudiéramos gozarnos. Nos encantó el lugar.
DÍA 1
Nos hospedamos en este Airbnb, en el barrio Harajuku. Los anfitriones tienen otros apartamentos, todos espectaculares, bien ubicados, muy recomendados. Llegamos a las 5:30 p.m. No podíamos con el cansancio, pero nos bañamos e hicimos el esfuerzo de salir a comer y quedarnos despiertos hasta una hora más apropiada para acostarnos. Comimos en Shirube, un izakaya. Los izakayas son un tipo de restaurante japonés súper divertido, parecido a un pub. ¡Los hay por todos lados! Todos tienen buena comida y atmósfera. Shirube nos pareció absolutamente espectacular. Es un lugar genuinamente local, entonces prepárense para hacer mímica y señalar qué es lo que quieren.
DÍA 2
Arrancamos con una caminata mañanera por Takeshita-dori, una calle peatonal llena de almacenes de disfraces, dulces, crepes y cosas de colores pastel. Es difícil de describir. Básicamente, es un lugar lleno de adolescentes disfrazadas, con el pelo pintado de colores chiflados, en donde se puede comprar algodón de azúcar de los colores del arcoíris y muchos accesorios de Hello Kitty. No diría que es un lugar imperdible, pero es interesante ver las Harajuku girls, toda una subcultura en Tokio.
¡La experiencia en Cat Cafe Mocha me fascinó! Tokio está lleno de “animal cafes”, lugares donde se puede ir a tomar esta bebida y a pasar un rato con gatos, aunque también hay con búhos, conejos y otros animales. Los Cat Cafe Mocha son como el Starbucks de los cat cafés. Tienen varias locaciones alrededor de Tokio. Tenía muy bajas expectativas de la experiencia, pero me pareció espectacular. Relajante y muy higiénico. Hay que quitarse los zapatos, lavarse las manos y ponerse unas pantuflas antes de entrar. No te dejan cargar los gatos, solamente acariciarlos si se acercan a ti. Ellos no querían jugar con nosotros sino hasta que les compramos comida.
De ahí fuimos a Yoyogi Park para visitar el jardín y el templo de Meiji. Este pertenece al sintoísmo –religión nativa de Japón– y está dedicado al emperador Meiji y la emperatriz Shoken. En la tarde caminamos por Omotesando y Aoyama, dos exclusivos barrios llenos de tiendas de lujo, restaurantes y edificios con una arquitectura espectacular. Omotesando tiene una avenida principal con este mismo nombre, pero lo más lindo es meterse por los callejones y explorar los almacenes más pequeños y los lugarcitos escondidos.
Imperdible el paseo por el cruce de Shibuya (Shibuya crossing), la intersección con más tráfico peatonal en el mundo. La hicimos en medio de la lluvia, entonces además de la “maraña” de personas, nos tocó también “maraña” de paraguas. Una locura.
Recomiendo muchísimo ir a pasar un rato en Tsutaya Books, en el barrio Daikanyama. Además de ser una librería hermosa, por dentro y por fuera, tiene un bar precioso en el segundo piso.
DÍA 3
Uno de los almuerzos más inolvidables fue en la calle del Ramen, un corredor dentro de la estación de tren de Tokyo lleno de restaurantes de ramen -sopa de alguna proteína, normalmente cerdo, y pasta larga-. Fue difícil encontrarla, pero finalmente dimos con ella. Está en el “Yaesu Side” de la estación, cerca de la salida Sur número B1F (B1F Yaesu South Exit). El pedido se hace en una máquina que imprime unos tiqueticos, uno se sienta, te traen a la mesa la orden y se llevan el tiquetico.
Me encantó también la caminata por el distrito comercial de Ginza. La calle es peatonal y hay muchas tiendas grandes, bonitas y de buenos precios, incluyendo la principal de la marca japonesa Uniqlo. No se pueden ir de Japón sin comprar algo allí. Tienen prendas básicas de excelente calidad. Muji es otra tienda japonesa icónica donde venden de todo: cosas para la casa, organizadores, toallas, morrales, paraguas, etc.
Como ese día llovía a cántaros, pasamos la tarde tomando cocteles en el lounge del hotel Park Hyatt, donde filmaron la película Lost in Translation. Advierto que no es barato, pero tiene una vista tan espectacular de Tokio que solo por eso vale la pena. Por la noche fuimos al show del Robot Restaurant. Todavía no tengo claro si me gustó o no. Es divertido, pero absolutamente chiflado y la calidad de la producción no es la mejor. Si tienen presupuesto para gastarse 70 dólares en un espectáculo realmente único, entonces adelante, aunque no esperen encontrarle sentido al show. Es una explosión de disfraces, música pop y electrónica, colores neón, luces de láser y robots. No tienen ni ton ni son.
Comimos en Kushiwakamaru, un restaurante de yakitori (pinchos de pollo, carne y vegetales). Ambiente súper local y comida increíble. Fue mi cena favorita del paseo.
DÍA 4
El mercado de pescado de Tsukiji (Tsukiji Fish Market) es uno de los principales atractivos turísticos de Tokio. Si tienen ánimos (yo no los tuve), se pueden levantar a las 2 a.m. y hacer la fila para entrar a la subasta de atunes gigantes. También pueden llegar tipo 7 a.m. y ver todo el revuelo del mercado mayorista de mariscos. Yo no llegué sino hasta las 10 de la mañana, cuando ya no hay casi movimiento, entonces no vi nada.
Los alrededores están llenos de puestos de comida abiertos hasta más tarde (Tsukiji Outer Market). Este es el mejor lugar para comer sushi. No tiene misterio: entren al lugar que les llame más la atención. Por la cercanía al mercado todo el pescado es fresco y delicioso. En el Tsukiji Outer Market también nos encontramos con una tienda de cuchillos increíble llamada Masahisa, allí nos compramos uno hermoso para cortar vegetales.
Más tarde paseamos por Marunouchi, una calle/barrio súper glamurosa, y nos comimos un postrecito delicioso en Rose Bakery.
Por esta zona también es lindo visitar el centro comercial Kitte y hacer un poco de compras. En el último piso hay un mirador desde donde se pueden ver los trenes bala llegando/saliendo de la Estación de Tokio.
La caminata de media tarde por los jardines externos del Palacio Imperial fue mágica, sobre todo porque la rematamos con un trago en el bar Old Imperial, del Imperial Hotel. Delicioso el coctel e increíble la atmósfera del bar.
Al final de la tarde recogimos nuestras maletas en el guarda equipajes de la estación de Tokio y tomamos el tren bala (Shinkansen) hacia Kioto.
DÍA 5
En Kioto nos alojamos en el Solaria Nishitetsu Hotel Kyoto Premier. La ubicación es perfecta. Al borde del río Kamo (que atraviesa la ciudad), cerca de una estación del metro y a corta distancia de los barrios más turísticos, como Gion y Pontocho. Recomiendo una caminata por el borde del río en algún momento del día.
Tomamos el tren hasta el templo de Fushimi Inari-Taisha, uno de los imperdibles en Kioto. Está lleno de turistas (¡lleno!), pero vale muchísimo la pena. Este templo sintoísta, dedicado al dios Inari (dios del arroz), fue construido en la base de una colina. Su característica principal son los más de 10.000 arcos torii que marcan senderos en la montaña. Entre más se sube por el camino, menos y menos turistas se encuentran, así que recomiendo coger ánimos y escalar para aprovechar unos minutos de silencio en medio del bosque.
A la salida del templo, en una de las calles laterales, hay un mercado de comida callejera espectacular. Se encuentran todas las delicias típicas, desde las cosas más raras que no pude saber qué eran, hasta las más “normales”, pero con un twist especial. Me comí una batata dulce frita con azúcar, una papa frita tradicional en forma de espiral y un jugo de naranja preparado dentro de la misma naranja.
De ahí cogimos nuevamente el metro para visitar el templo budista zen Tofuku-ji. De todos los que visitamos, este fue mi favorito. Queda en medio de un bosque tupido, con un arroyo bellísimo, y tiene plataformas con unas vistas hermosas de las copas de los árboles. El templo mismo es precioso. Hay que quitarse los zapatos antes de entrar. Los pisos son de madera oscura y tiene un jardín de arena y rocas monumental. No había casi visitantes, así que logramos pasar un rato de reflexión y contemplación en completo silencio. Un lugar verdaderamente especial.
Luego visitamos Sanjusangen-do, otro templo budista con 1.000 estatuas de buda hechas en madera de ciprés japonés enchapadas en oro. Bonito lugar, pero absolutamente lleno de turistas y como es relativamente pequeño, se pierde un poco la mística.
Almorzamos en el hotel Four Seasons, que tienen una linda terraza con vistas a un jardín japonés. Acá descubrimos que en Kioto se produce una ginebra muy especial, y quedamos obsesionados. En la tarde dimos una caminata mágica por Ninenzaka y Matsubara Dori. Este barrio es de película. Las casas, los locales, los árboles. Al atardecer, y por pura coincidencia, terminamos encontrando el santuario Yasaka que, justamente, conviene visitar de noche porque prenden las cientos de lámparas de papel que lo decoran. De ahí fuimos hasta el barrio Gion, que es el distrito de las geishas. Caminamos tratando de encontrar alguna, pero no tuvimos suerte.
Comimos en Yakitori Tarokichi y confirmé que: uno, amo los restaurantes de yakitori (pinchos de pollo, carne y vegetales); y dos, mi bebida japonesa favorita es el vino de ciruela con soda.
DÍA 6
Tomamos un taxi que nos llevó al norte de la ciudad, al complejo de templos Daifuku-ji. Me gustó que había pocos turistas y que encontré otro jardín de arena y rocas. Queríamos visitar uno de los sub templos que tiene un bosque de bambú, pero estaba cerrado por reparaciones. Una tristeza, porque se supone que vale mucho la pena.
Paramos por un café en Hanafusa North y resultó ser una de las mejores decisiones del paseo. Yo no tomo café, pero mi esposo dice que es la MEJOR taza de café que se ha tomado en su VIDA. Se comió, además, una tostada de pan con mantequilla que sabía a gloria. El lugar es bellísimo y súper fotogénico.
Con las pilas recargadas salimos para el Pabellón de Oro (Golden Pavilion). ¡Impactante y sencillamente hermoso! Hay que conocerlo, pero -perdón sonar repetitiva- está lleno de turistas. Concluyo que me gustan más los templos escondidos y secretos, pero hay algunos que toca visitar así no se pueda caminar de toda la gente que hay.
Almorzamos en Moritaya, un restaurante en una casa típica tradicional japonesa con vistas hermosas al río Kamo. Pedimos shabu-shabu, mi comida japonesa favorita. La mesera nos fue preparando el plato y nos iba indicando cómo comérnoslo. Espectacular la experiencia. En la tarde hicimos un recorrido por Ishibei-Koji, una callecita entre casas tradicionales japonesas donde uno se siente transportado en el tiempo. También estuvimos por las áreas de Pontocho y Gion. En Gion hicimos una parada estratégica en Finlandia Bar, donde encontré el coctel más delicioso que me he tomado en la vida. Tenía solamente cuatro ingredientes: uvas verdes sin semillas, sirope, ginebra y hielo. Se mete todo a la licuadora y ¡listo! Un coctel frapé maravilloso.
Para comer fuimos a Hiro Gion Yamanaan, un restaurante de comida yakiniku (carne asada). Dimos con el lugar después de hacer una larga investigación. Valió la pena el esfuerzo porque es muy auténtico y éramos los únicos turistas. Te traen los cortes de carne cruda y uno mismo la cocina en unos mini asadores al carbón que tienes en tu propia mesa. Algunos de los cortes de carne se acompañaban con wasabi y otros con chips de ajo.
DÍA 7
El último día completo en Kioto lo pasamos en el bosque de bambú Arashiyama. Llegar hasta allí tarda aproximadamente una hora en un tren de cercanías. Es precioso el lugar, pero queda lejos y está repleto de turistas. El bosque está en la parte trasera del templo Tenryu-ji. Después de recorrerlo, dimos un paseo corto por la orilla del río Katsura para ver los colores del otoño.
La tarde y la noche la pasamos en el Ryokan Izuyasu. Un ryokan es una casa tradicional japonesa. Existen montones en Kioto, pero escogimos quedarnos en Izuyasu por dos razones: era un poco más económico y, sobre todo, porque estaban dispuestos a prepararme comida libre de gluten.
Los ryokanes son normalmente bastante costosos. Es una experiencia muy especial, pero por el precio y por lo que implica, recomiendo pasar nada más una noche. El alto costo responde a la atención tan increíble que recibes y a que la tarifa incluye comida y desayuno. Muchos cobran un precio por persona en vez de un precio por habitación.
Usualmente, uno se registra a las 3 p.m., pasa la tarde en el ryokan relajándose en sus pijamas japonesas, se da un baño y come, ya sea en la habitación o en la barra del chef. Duermes en futones sobre el piso de tatami, en un ambiente absolutamente mágico (aunque yo pasé mala noche porque tuve una pesadilla, soñé que rompía con una patada una de las puertas de papel…). Al día siguiente te levantas, desayunas y te vas.
La alimentación en un ryokan es parte su encanto. Es comida kaiseki, que es el estilo de comida tradicional de Kioto. Se desarrolló en los tiempos en que la ciudad era la capital imperial japonesa. Estéticamente es preciosa (realmente te sirven obras de arte), aunque los sabores son un poco extraños para el paladar occidental. Es rica, pero rara; vale la pena la vivencia, pero no es para repetir.
Nos despedimos de Kioto sin visitar ni un 20 por ciento de los templos que teníamos en la lista. La ciudad es enorme, las distancias son largas y el tiempo no da para verlo todo, pero quedamos contentos con la selección de santuarios y sitios turísticos que visitamos. Combinamos lugares escondidos con otros populares y nos dimos una buena idea de la ciudad y su cultura. ¡Nos fuimos sin arrepentimientos!
¡Ahí lo tienen! Una narración detallada de mi paseo por Tokio y Kioto. Espero que les sirva de inspiración y guía para un próximo viaje.
C O N S E J O S D E V I A J E
CONECTIVIDAD. Es muy importante. Muy poca gente habla inglés y los nombres de las calles son en japonés, así que si no tienen acceso a Google Maps es muy complicado ubicarse. Una alternativa es pagar un plan de datos internacionales con tu compañía de telefonía celular. Otra opción es alquilar un wifi de bolsillo en Tokio.
IDIOMA. No es común encontrarse con personas que hablen inglés (mucho menos español). Aprendan las palabras esenciales –disculpe (Sumimasen), gracias (Arigato), hola (Kon'nichiwa)– y prepárense para hacer muchas señas para hacerse entender. La gente es sumamente amable, pero la comunicación es un desafío grande. Por eso es tan importante planear, porque allá es difícil conseguir información.
TAXIS / METRO. Los taxis son bastante costosos, y en todo caso es muy difícil comunicarse con el conductor para decirle a dónde vas (sugiero tener anotadas en japonés las direcciones claves –del hotel, por ejemplo- en un papel o en el celular para poder señalar). Lo mejor es usar el metro.
Insisto en la recomendación de comprar la tarjeta “PASMO” o “SUICA” en el aeropuerto y recargarla en las estaciones de metro. En Kioto la cobertura del metro no es tan buena, entonces hay que coger taxi para ir a algunos de los lugares claves.
DISTANCIAS ENTRE TOKIO Y KIOTO. ¡Tokio es ENORME! Se puede andar dentro de un mismo barrio, pero es imposible recorrer la ciudad solamente caminando. Hay que usar el metro y hay recorridos que fácilmente pueden demorar 30-40 minutos para llegar de un barrio a otro. Sugiero recorrerla a pedazos. Dedicarle un par de días al lado este del palacio imperial, y otro par de días al oeste del palacio. Así optimizan tiempo. Kioto también es bastante grande y, sobre todo, muy esparcida. Es demorado moverse de un lugar a otro.
Dado el tamaño de ambas ciudades hay que hacer las paces con el hecho de que no va a alcanzar el tiempo para hacerlo y verlo todo.
HORARIOS PARA COMER. Tengan en cuenta que la mayoría de los restaurantes cierra a las 2 p.m. y vuelve a abrir a las 5 – 6 p.m. para la cena. Con el jet lag fue difícil ajustarse a estos horarios.
BLOG DE COMIDA. Recomiendo mucho este website para encontrar lugares dónde comer: https://tabelog.com/en/
SEGURIDAD. Japón es híperseguro. Se puede caminar por todos lados con toda tranquilidad.
VIAJEROS CON DIETA LIBRE DE GLUTEN. La cocina japonesa es desafiante para las personas que, como yo, tienen que mantener una dieta libre de gluten. Si este es tu caso, te aconsejo que te hagas miembro de este grupo de Facebook: https://www.facebook.com/groups/glutenfreeexpatsjapan/ y que busques el post largo que escribí con recomendaciones.
(57) 315 383 6348 + (57) 310 549 0848 info@lalibretamorada.com
Regálanos tus datos para inspirarte, para estar más cerca de ti. Queremos consentirte, llenarte de ideas, actualizarte, contarte muchas historias.
Sí, acepto
Catalina 01-04-2018 20:04
Espectacular tu blog.! Nos gusto mucho
Xènia Roca 03-04-2018 15:04
Las fotos son preciosas y los consejos muy valiosos. Cuando preparas un viaje siempre necesitas de inspiración y consejos de otros viajeros y este post es ideal para eso Un abrazo a los tres